A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 24 de diciembre de 2019

Mis queridos nietos y nietas: como os habéis hecho mayores en un pis-pas, este año, os transcribo mi artículo del periódico, convencida de que lo entenderéis perfectamente.

DIARIO CÓRDOBA / OPINIÓN
MI NAVIDAD ERES TÚ

Después de tantos años vividos, esta madrugada, como un nuevo aldabonazo, ha llegado a mí la Navidad: ¡una macetita de regalo en manos de un asiduo de la cafetería y de la hora! A las seis de la mañana de cada día mi compromiso presencial con el amanecer, con el índice de recuerdos en el que los nombres de familiares y amigos desfilan en la caricia de música que solo yo escucho pero que me habla de la fragilidad humana de todos, me habla de pobres y enfermos que a esas horas, y a todas, sufren, música que me habla del misterio de la vida, que me habla, sobre todo del amor que nos debemos unos a otros, pero hoy, cuando este compañero de hora y silencios, me llegó con tan importante obsequio, por mi cabeza la Navidad en persona llegaba a mí. Sinceramente no tengo palabras para expresar mi emoción y agradecimiento, pero sí mi reflexión y compromiso con días que materializamos comiendo, bebiendo, gastando y quejándonos de la crisis que, no obstante, se esconde en fiestas, porque, un día y otro día, al final es un día. Así que mi mensaje de Navidad es a un tiempo tan pequeño y tan grande como mi macetita de este amanecer, porque regalar Navidad puede ser algo tan sencillo como una visita, a ese solitario y triste mayor, una sonrisa al que sufre, una palabra, un silencio, un beso, un gesto, una mirada... Nos sentimos a veces tan olvidados... Regalar Navidad, en definitiva, es regalar ilusión entonando un singular villancico sin dejar de mirar a los ojos del mundo: mi Navidad eres tú, pequeño que tienes frío y hambre, mi Navidad eres tú, pobre mayor que no tienes para pagar tus medicinas, mi Navidad eres tú, mendigo de noche y días en la calle, Mi Navidad eres tú, pobre enfermo que, en la cama de un hospital, sueñas con vivir bajo un cielo de soles y estrellas, mi Navidad eres tú, viajero de pateras que sin papeles deambulas y huyes. Mi Navidad será una cena de familia y en ella, quisiera una silla para ti y  una mesa para el mundo, porque mi Navidad pertenece al universo de seres humanos que, por igual, deberíamos tener, paz y justicia como mínimo.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Poesía para la abuela

Mis queridos nietos y nietas: hoy encontré, entre mis muchos papeles y carpetas esta poesía que me dedicó una alumna de nueve años. Quiero que la leáis porque es preciosa. También os recordaré las vueltas otro día que las guardo todas.

Para mi maestra
Madre, vísteme a la usanza
de la maestra que quiero,
ponme un vestido de sueños,
ponme el cielo como velo,
ponme alas por zapatos,
que quiero coger un lucero.

¿Muy alta está las estrellas!
Muy costoso alcanzarlas!

No tengas miedo, madre,
voy por las calles del alma
que son caminos blancos
de la maestra que quiero
y ella solo anda por los 
caminos del cielo. Eva Lara.


Mi muñeco que ya es un muñecas serio y formal

¿A qué es una poesía preciosa para una niña tan pequeña? Pues, ¡hala! Manos a la obra y a escribir. Muchos besos, feos que os quiero muchísimo

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Historias de ayer para jóvenes de hoy


Esto es un olivar. Seguro que nunca lo habéis visto, pero os aseguro que se nota uno como en otra dimensión, cuando se está allí.

Mis queridos nietos y nietas: parece mentira pero ya casi todos sois mayores de edad, os habéis sacado el carnet de conducir, mi Amalia ya es maestra, mi Gonzalo, profesor de Inglés con su bonita y gran Academia, mi Ángela, empeñada en ser enfermera, mi Isabel María, estudiando también Magisterio, mi Javier persiguiendo un sueño que  seguro hará realidad: ser actor y los tres más pequeños, estudiando en el Instituto.
Con esto quiero deciros, lindos míos, que ha llegado la hora de que conozcáis, algo de cómo fue el pasado y de cómo lo vivió vuestra abuela. Os gustará y, sobre todo, comprobaréis cómo para ser feliz, no hacen falta tantas cosas como tenéis ahora.
¡Venga, vamos a leer!

DÍA DE LA ACEITUNA 
Villa del Río, un pueblo de olivares, se adelantaba a la recogida de aceitunas con la costumbre familiar, entrañable, de organizar cada año, en torno al Día de los Santos, la cogida de aceitunas  que, en distintas variedades, se preparaban diestramente en las casas y servían no sólo de aperitivo, sino que  constituían un suplemento alimenticio para todos.
El evento conllevaba todo un ceremonial que enloquecía a los pequeños: un borriquillo, sacos, varas y el canasto de la comida que era el mayor aliciente y que la mayoría de las veces consistía en un rico canto de pan con aceite y unas tiritas de bacalao. 
¡Qué inolvidables días aquellos! Personalmente los disfrutaba percibiendo de forma muy singular, no sólo el ritual que consistía en el vareado de olivos por el manigero de la familia y la recogida de aceitunas por mujeres concertadas para tal fin,  sino que me gustaba perderme por aquellos campos perfectamente alineados y cuidados de gigantescos olivos, arco iris de soles y sombras. Me sentía como  inmersa en otro mundo. y recuerdo que, como hacía siempre y dada, desde muy niña, mi afición a escribir, plasmaba,  en el cuadernillo que  no se caía de mi bolsillo, las sensaciones de aquellas horas y que resumía en palabras, olores, sonidos, interrogantes que me situaban en el delirio del tiempo: ¿qué sería de mí cuando pasasen diez años? Diez años para una niña era como toda una vida, y entre mis precocidades, la existencia me preocupaba. Sí, era como estar y no estar, como soñar y despertar. Y los olivos, doblados de aceitunas, con su clásico olor a  verde duro, fuerte, resistente, me rozaban la piel, y la tierra, bien labrada, casi blanca, me hablaba de extraña belleza, sencillez, nobleza, principio y final, y las voces de mis hermanos me sonaban a perdidas en el espacio que yo no conocía, y un  cielo rechinante de sol me llamaba a vivir, a correr, a esperar...   
A la caída de la tarde, el regreso. Después en las casas, y durante días, venía la parte más festiva: separar las aceitunas y clasificarlas en negras, moradas y verdes. En el destino de esta clasificación estaba la diestra sabiduría popular de cómo aderezarlas: partidas, rayadas o enteras. 
Tal vez era la rutina de los días, rota por cualquier pequeño acontecimiento como éste y que tenían en común, con todos los que se protagonizaban, la concentración de familia y participación de gente afín a ella, lo que tanto celebrábamos los niños, y tendré que insistir en el hecho de reivindicar que si bien la familia ha cambiado en muchos aspectos,  los niños de todos los tiempos  siguen siendo  felices, cuando unidos a padres, tíos, amigos comparte vivencias por sencillas que sean.  Recuerdo cuánta ilusión me hacía la llegada de mis tíos, procedentes de Córdoba y que, con motivo de la cogida de aceitunas, se desplazaban al pueblo. En el comedor de casa y después de la comida, hacían cuentas entre sorbo y sobo de aquel café que goteaban en maquinillas colocadas sobre los vasos y que con su mijita de anís aromaban el ambiente de calidez entrañable. Me gustaba merodear por allí cerca de la familia reunida. Creo que era uno de los grandes alicientes que para mí tenía la vida era éste: ver y sentir mucha familia reunida. Al igual que ahora, al igual que será siempre.
Y las tinajas de aceitunas quedaban en las despensas, con sus tapaderas de madera y aquel olorcillo del romero, el orégano y el hinojo que tan típicos eran  y que impregnaban todo de olores y sabores de la tierra.

Olivares de mi tierra, centenarios campos que sombrean la blanca tierra y aroman de vida los campos. ¡Quién  pudiera ser como ellos: resistentes, sufridos, cálidos, productivos…!
(Imagen de Internet)



viernes, 25 de octubre de 2019

REPORTAJE: CERTAMEN NACIONAL DE LAS LETRAS ISABEL AGÜERA



 Queridos nietos y nietas: un breve reportaje del día 5 de octubre de 2019. De la entregare premios del Certamen Nacional de las letras, IsabelAgüera.

Vuestra abuela


Grupo de Facebook con nuestro alcalde



                                                       Abrazos en el recibimiento




Palabras de Benjamín en nombre del grupo

                 
                                                              Miembros del Jurado





El alcalde y yo

sábado, 15 de junio de 2019

Mi querido nieto Javier



Delante de mí, querido nieto, tengo tu foto de joven guapo, cariñoso, decidido, valiente... que desde hace años tienes un sueño: subir un día a los escenarios como gran profesional del cine y teatro. Para ello, empezaste, contra muchas voluntades, a estudiar Arte Dramático, aquí, en Córdoba, pero pronto comprendiste que tenías que dar un gran salto para conocer otros mundos, otras gentes, para lograr apertura, autonomía, para afianzar tu personalidad en tiempos tan complicados para abrirse cualquier camino de futuro.
Mirando tu foto, recuerdo una anécdota de tu infancia que nuca he podido olvidar. Fue un día de verano que llegué a tu piso mareada. Me dejé caer en un sillón, mientras tu madre, me preparaba un ligero desayuno. Allí, en medio del salón estabas tú, con casi dos añitos, sentado en una manta y rodeado de cochecitos. Te quedaste mirándome y en unos minutos te oí decir: toma abuela las pilas de mi coche y te las pones tú. 
Jamás, lindo mío, hubiera encontrado mejor remedio para todos los males del mundo: generosidad y amor. ¡Cómo te abracé! Nunca, nunca podre olvidar aquel gesto de un niño que hoy, tras veintidós años después, vuela lejos tras un sueño que esta abuela materializó en sus teatros con niños y mayores por los pueblos de nuestra Andalucía.
 Los sueños, vida mía, son como telones que hay que ir recorriendo con el riesgo de encontrar la nada o la satisfacción de encontrar una mano, pero siempre hay que seguir. Mi sueño, un día, lo sabes: ser maestra y ser escritora. ¡Cuántos escollos, tropiezos, envidias, desengaños, esfuerzos, etc!. pero al final, si no te rindes, un día te alzarás con la antorcha del gran triunfo personal que es lo único que te valdrá, porque el aplauso más verdadero y auténtico será el que te des a ti mismo.
Por eso, vuela alto, que nada ni nadie te contamine, te desvíe, te haga descender... ¡Tu estrella!, no la pierdas de vista que ella te guiará hasta el final y si en algún momento te sientes desfallecer, piensa que la abuela conserva aquellas mágicas pilas de tu cochecito que me hicieron casi resucitar y que esté dónde esté, cuenta con ellas que te las llevaré.

Te quiero muchísimo y mi mayor deseo es que aterrices y sigas siendo el joven austero, complaciente, reflexivo que has sido siempre. Un beso que te dure toda la espesa y larga andadura que te espera y que te renovaré cada día, mi lindo y querido Javier

lunes, 3 de junio de 2019

La buena tierra: relato

Mis queridos nietos y nietas: hoy, como tantas veces, os digo a través de un cuentecito, lo importante que es  el permanecer auténticos por  muchas ofertas que nos hagan a cambio de perder lo más valioso que tenemos: la libertadUn trozo de buena tierra fue despreciando a cuantos compradores querían hacerse con ella.

Un trozo de buena tierra fue despreciando a cuantos compradores querían hacerse con ella.
-No -repetía-. No quiero amos. Me debo a todas las semillas, a todas as aves, a todos los pasos.
Pero un día, las tierras de alrededor, que se dejaron comprar, comenzaron a ser tratadas, sembradas, abonadas, cultivadas. Sus amos, con grandes expectativas, vivían pendiente de la cosecha. Sucedió, no obstante, que, a pesar de las apariencias, aquellas tierras no eran tan buenas como parecían por lo que frustraron a sus compradores que tras exterminar, mediante fungicidas, herbicidas, etc, toda clase de vida en aquellas tierras, las abandonaron
 Y  aquellas tierras, vergel de tantos cuidados, quedaron reducidas a estériles y solitarios desiertos que para nada servían y que nadie frecuentaba.
Por el contrario, de la tierra que no quiso amo, brotó, como cada temporada, abundante hierba  que servía de alimento a pajarillos, y de refugio a insectos, y de paseo a cuántos querían refrescar sus pies.
Las tierras que se habían vendido exclamaron:
-¡Qué sabia fuiste, vecina! Los amos piden mucho a cambio y, sin piedad, te abandonan, cuando no les interesas.

 Este ramo de lirios lo he fotografiado y tratado para vosotros 
que tanto os gusta el  color.