A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


sábado, 5 de enero de 2013

Mi regalo de Reyes


Mis queridos nietos y nietas: Por fin pude conseguir que los Reyes Magos os tuvieran a punto este libro de cuentos que, si bien ya están editados, andan dispersos por otras obras de Pedagogía, y yo quetría que los tuvieseis solo como lectura y sin tener que hacer actividades escolares. Solo leer y pasarlo bien. Pienso qu eos gustarán porque todos son divertidos, sencillos y cortitos de leer.Los dibujos lo hicieron mis alumnos, niños y niñas como vosotros que, aprendieron a ser creativos e inventar sus propia silustraciones, tanto para sus trabajos como para estos cuentos que son una primera parte. Espero poder, un día, regalarlos la segunda y la tercera... Os quiero mucho. Aprended de estos cuentos a ser niños y niñas con valores que e sigual que a ser educados, responsables, trabajadores, respetuosos, etc. etc. Un besazo y preparad los zapatos que los Reyes están a punto de llegar.


EL NIÑO QUE TENÍA DOS VOCES.

(No me es posible, por problemas del servidor, bajar las ilustraciones, pero lo haré tan pronto me lo permita) Ahora lo intento. Son dibujos de un niño.

Pedro había cumplido ya seis años.Era un niño obediente y bueno que hacía siempre caso de todo lo que le decían los mayores. Cuando su mamá le mandaba algo, Pedro contestaba:
-Sí, mamá. Te quiero mucho y eres la más buena y la más guapa de todas las mamás y, cuando yo sea mayor, te voy a comprar un coche de carreras.
Y le ayudaba a poner y quitar la mesa y también a tener cuidado de su hermano más pequeño que todas las cosas se las metía en la boca.
Pedro tenía muchos amigos y jugaba con ellos en el jardín del barrio.
-Bájame la bicicleta, mamá, por favor –decía Pedro.
Y, cuando alguien le daba alguna cosa, Pedro contestaba:
-Gracias. Muchas gracias.
Y la gente del barrio comentaba:
-Este niño, Pedro, es un niño muy educado. Parece una persona mayor.
Y a Pedro le gustaban mucho los cuentos, las canciones, el cole, las películas de dibujos animados y, sobre todo, le gustaba que su abuela lo recogiera del cole y le comprara chucherías.

Pero, un día, delante de los vecinos del barrio, que tomaban el fresco en la calle, cuando su mamá lo llamó para merendar, Pedro contestó:
-¡No quiero merendar! ¡No me da la gana de ir! ¡Eres una mamá tonta!
Y como Pedro siempre había sido bueno y obediente, su mamá pensaba: ¿Qué le habrá pasado a mi Pedro para que me conteste tan mal y tan feo? ¡Si él ha sido siempre un niño bueno! ¿Quién le habrá enseñado esas cosas?
Y su la mamá le dijo:
-Así no se le contesta a las mamás ni a nadie. ¿Dónde has aprendido a hablar de esa manera?
El pequeño se quedó pensativo y dijo:
-Yo no he sido mamá. Yo te quiero mucho. Tú eres muy buena y muy guapa, ¡la más guapa y la más buena de todas las mamás!
Y  la mamá de Pedro lo perdonó sin hablar más de aquel comportamiento tan feo.

Pero otro día, cuando le mandó lavarse los dientes y recoger sus juguetes, de nuevo Pedro contestó mal:
-¡No quiero! -gritaba-. ¡No me da la gana! ¡Eres una tonta! ¡Yo no quiero lavarme los dientes! ¡Yo no quiero recoger los juguetes! ¡Yo no quiero cuidar más del hermano! ¡No, no, no..!
-¡Castigado! -dijo la mamá, cogiéndolo del brazo y llevándolo a su dormitorio-. De ahí no vas a salir hasta que no sepas hablar con educación. ¿Quién te enseña esas contestaciones?
El pequeño se echó a llorar, al tiempo que repetía:

-¡Perdón, mamá! ¡Yo te quiero mucho! ¡Tú eres la mamá más guapa y la más buena de todas las mamás! ¡Yo no te contesto mal! ¡Yo soy bueno!
-¿Cómo? -dijo la mamá-. ¿Que no me contestas mal? ¿Qué eres bueno? ¿Y qué son esas cosas que yo oigo?
-¡Sí, mamá! ¡Sí, mamá! -repetía el niño sin dejar de llorar-. ¡Yo soy bueno! ¡Yo te quiero mucho! Yo no te contesto. La voz que te dice esas cosas es la voz mala. ¡Yo no la quiero! ¡Yo quiero la voz buena que te llama guapa y que te hace caso!
-¡Es verdad! -exclamó la mamá de Pedro-. ¡Mi niño tiene dos voces, y yo no me había dado cuenta! ¿Quieres que hagamos una cosa?
-¿Qué, mamá? ¿Qué vamos a hacer. Yo no quiero tener la voz mala. Yo sólo quiero la buena.
-¡Muy sencillo lo que vamos a hacer! -dijo la mamá.
-¡Ahora mismo vamos a ponerle un buen tapón a la voz mala para que no salga más! ¿Qué te parece?
-¡Bien, bieeen…! -Gritó Pedro dando saltos de alegría.
Y la mamá de Pedro, con un buen tapón en la mano dijo:

¡Cangrejos, sopa de grillos!

¡que si habla la voz mala

se le caigan los calzoncillos!

Y Pedro oyó dentro de su cabeza una vocecilla que decía:

Me voy de este niño

a prisa y corriendo

que los calzoncillos

se me están cayendo.

Y ya nunca más Pedro contestó mal a su mamá ni a nadie porque se quedó sólo con la voz buena y cuando alguna vez se le iba a escapar la voz mala, escuchaba dentro de su cabeza una vocecilla que decía:

¡Calla, calla, chiquillo!

corre que te pillo

que como me descuide

¡adiós, calzoncillos!