A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Carta a mis nietos/as en el Día de la Infancia




¡Bueno, bueno, cómo habéis cambiado en un año!
¿Os acordáis? Navidad de 2012


Mis queridos nietos y nietas: Ya sé que vosotros andáis preocupados por vuestras cosillas, pero aquí está la abuela para  que no paséis por alto fechas, eventos de cualquier clase que nos inviten a reflexionar para ser  un poco mejores cada día.
 ¡Ea, pues resulta que ayer fue   el Día Internacional de la infancia! y, aunque casi todos vais que chutáis para “viejecillos”, aquí me tenéis de nuevo tratando de felicitaros porque para mí  seréis siempre niños. ¡Hasta yo me sigo sintiendo niña!
Y para ello, empiezo con una anécdota que guardo de un paseo con mi Isa, cuando tenía siete años. Abuela, ¿qué haces tan callada? –me preguntó-. ¿En qué piensas?
Es verdad que yo iba callada y pensativa. Le contesté: Pienso en ti. ¿En mí? –exclamó extrañada-. ¡Si estoy aquí contigo! ¿No me ves? Pensaba en ti por lo mucho que te pareces a mí cuando tenía tus mismos años… ¡Ah! –exclamó-. ¿Es que ya no la tienes? ¿Es que los has perdido? No –le contesté-, los años no se pierden, si se viven. ¡Ah! –exclamó  de nuevo sin entender mi filosófica contestación.
Hasta aquí las sabias preguntas de mi  preciosa Isa, pero este amanecer, y por lo mucho que he reflexionado sobre aquellas preguntas y más que nada por mi complicada contestación para tan pocos años, os escribo esta carta porque si bien habéis crecido, en vosotros seguirá, como os deseo,  viviendo un niño, una niña.
Veréis, los años se pierden cuando se pasan sin que hayamos crecido, no solo en cuerpo, sino sobre todo, en acciones buenas, en responsabilidades, en paz y conciencia de haber hecho lo mejor que pudimos, si bien, en muchas ocasiones, hayamos equivocado nuestro paso. Lo importante es retomarlo y enderezarlo. Los años, así, no se pierden. Es como si en una cajita fuéramos guardando los juguetes que ya usamos  y sustituimos por otros. Siempre estarán ahí para recordarnos y ser testigos de que un día nos hicieron felices. Es por eso y me consta, que no queréis desprenderos de ellos, pero a ese arsenal de muñecas, coches, grúas, etc. tendréis que ir añadiendo pequeñas, sí, gotas de colores que serán vuestras buenas acciones y que al reconocerlas con el paso de los años os darán   el mejor aplauso que podáis recibir en vuestras vidas.
Así que, mis siempre niños y cada vez más queridos nietos y nietas, os repito el poemilla, que no tiene más valor que mucho, muchísimo amor.  
   Cuando os miro, me veo
y siento el milagro
de haber vuelto a nacer
en vuestros  juegos, en vuestros sueños
en vuestros pasos e inquietudes
en cada uno, sí,
me siento de nuevo nacer y crecer.

Vais cumpliendo años,
os vais  transformando en hombre, en mujer,
pero una estrella en vuestros ojos
sigue rutilando, cada amanecer.
Que jamás se apague
os desea esta abuela,
que tanto os quiere,
Abuela, Isabel.