A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


domingo, 25 de diciembre de 2016

Otro cuento de Navidad para mis nietos

Mis queridos nietos y nietas: como todos  hemos puesto y con gran ilusión el árbol de Navidad, os he escrito una leyenda, un cuento  referido al arbolito y para que penséis especialmente en estos días, qué cosas son importantes y trascendentes y las vayáis  cosechando a lo largo de la vida.

LEYENDA DE ÁRBOL DE NAVIDAD
En un pueblecito lejano vivía un hombre mago que ayudaba, con su magia, a resolver los problemas de sus vecinos. Un día les dijo: he sembrado un arbolito en el jardín para que  crezca y luzca en la navidad pero precisa para crecer que lo reguéis con vuestros deseos. puede que algún día sus frutos sean vuestros deseos hechos realidad.
A partir de aquel día, la gente acudía al jardín y colocándose al lado del arbolito formulaban su deseo:  
Preciso dinero para ser feliz adquiriendo las cosas que deseo –dijo un hombre.
Preciso poder para tener a mis vecinos doblegados que no hay quién los gobierne. –dijo el alcalde.
 Preciso campanas potentes para que esta gente vaya a Misa- dijo el cura.
Preciso mejores libros, materiales para que aprendan mis alumnos –dijo un maestro.
 Preciso premios  para que me lean y ser famoso –dijo el poeta.
 Preciso belleza para no tener que envidiar a ninguna mujer –dijo una mujer.
 Preciso más farmacias y recetas para que la gente se olviden un poco de mi –dijo el médico.
 Preciso que mis padres me dejen más libre para ser feliz –dijo un joven.
Así fue pasando el tiempo  y, no obstante la riega de deseos, el arbolito no crecía. La gente empezó a clamar:
-El sabio nos ha engañado.
Pero el  sabio, los reunió ante el arbolito y dijo:
 Todavía faltan los deseos de un niño y de un anciano. Veamos qué desean.
-Yo quiero jugar –dijo el niño.
-Yo quiero  que no me falte el pan –dijo el anciano.
En unos instantes,  y ante la expresión de deseos del niño y del anciano, el arbolito empezó a crecer.
-Cómo es esto? –se preguntaba la gente.
-Muy sencillo -contestó el anciano-. Vuestros deseos solo eran  expresión de vanidad, poder. El niño y el anciano han pedido justo lo que precisan  sin más ambición.
Y el árbol, cada 

sábado, 17 de diciembre de 2016

Cuento de Navidad para mis nietos

Mis queridos nietos y nietas: Como ya todos  sois mayorcitos, os traigo un  cuento  que os va a gustar y del que debéis aprender valores como respeto  y cariño a los mayores, cariño también a los animales, y muchas cosas más. Así que leed, disfrutad y aprended- Os quiero mucho.

Felicitación de mi preciosa Amalia  cuando era muy chiquita

LEYENDA DE LA MULITA Y EL BUEY
Un hombre que en el campo trabajaba  con  una mula y un buey se ayudaba  pero los dos animales, ancianitos ya estaban   y las patas se le doblaban  a cada paso que daban. Un día el hombre entró en la cuadra y a   los dos le habló: ¡Lo siento, amiguitos!  No me servís ya para trabajar,  tendré que llevaros al matadero y algo por vosotros me darán.  No tengo medios para viejecitos alimentar.
  Al ser de día, en la cuadra entró   y antes de salir, de nuevo les habló: queridos animalitos: os debo mucho y lo  tengo que reconocer, cada día me habéis ayudado  en mi duro quehacer.   Podréis por ello  comprender  qué difícil me resulta   esta decisión  pero no me queda otra y también sabéis que mal anda mi corazón. No puedo trabajar solo y por eso  quiero, necesito, otra solución,
  Y dicho esto, a la mula y al buey en un carrito cargó  y pasito a pasito  a las cercanías de un pueblo llegó   y sentándose en una piedra, se hizo esta reflexión: ¿Dos animales tan viejos quién me va a comprar? No sirven ni para carne, ni para trabajar.  Será mejor que los deje en libertad  y que hagan lo que puedan que Dios les ayudará.
  Y bajándolos del carro de ellos se despidió: ¡ea, aquí termina nuestra aventura! Tenéis plena libertad que habéis trabajado mucho  y de ella debéis disfrutar.   ¡Adiós, queridos amigos!  Os deseo encontréis algo de felicidad.
  Y anochecía, cuando el hombre se alejaba   y los dos animalitos uno a otro se miraban. Al fin la mulita habló. ¿Y qué podemos hacer? Para nada servimos ya.  Tendremos que caminar  y buscar un refugio  donde la noche pasar. Sí, sí, qué frío hace en este   lugar!  Pero, ¡qué cansado estoy! / Muy lejos no podré llegar. ¡Ánimo, amigo! Despacito vamos a caminar y seguro que encontramos  dónde la noche pasar.
 Mal andaban los dos   cuando, con la luna llena  divisaron un portal.  Era un abandonado cobertizo   con paja  y poco más.
  ¡Vaya! ¡No está mal este lugar  -dijo la mulita-,  los dos juntitos nos daremos calor y  ya buscaremos mejor sitio  cuando salga el sol. ¡Vale, vale,  no está mal!, me muero de sueño  y mis patas no pueden más.
  Y acurrucados y adormilados estaban  cuando oyeron que un murmullo de pasos se acercaba.  Con las orejas tiesas  en alarma estaban  cuando vieron llegar  a un matrimonio que en borriquilla montaban  y que despacito entre ellos hablaban.
ÉL: ¿Qué te parece, María, este lugar?
ELLA: ¡No está mal, José! En esta pajita nuestro niño nacerá Y estos dos animalitos / con su aliento calentarán.
MULITA: (Habla en voz baja al buey) ¿Has oído, hermano, lo que he oído yo?
 BUEY: ¡Sí, sí! Creo que he oído bien / Que un niño nacerá / y que tú y yo con nuestro aliento / vamos a calentar.
  Y nació Jesús, nuestro Salvador.  La mulita y el buey su aliento dieron   y el portal se iluminó con estrellas caídas del cielo.   Ángeles, pastores y Magos al Niño regalaron   y la mulita y el buey, para siempre en el portal   con Jesús, María y José   para siempre se quedaron.
Y todos cantaron En el portal de Belén / ha nacido el Salvador / ha nacido nuestro rey / lo calientan con su aliento / la mulita y el buey / ¡Ande, ande, ande, ande, / la marimorena / ande ande, ande que es la Noche Buena.

Noche  de saber
noche de cantar
que   para ayudar a los demás
no existe la edad.




viernes, 2 de diciembre de 2016

Abuela, quiero ser famoso

 Mis queridos nietos y nietas: A veces me preguntáis que  cómo se  hace uno famoso, y ya os he contestado alguna que otra vez, pero hoy, una nueva pregunta y una nueva contestación.
Una de la madrugada.  Hora en la que amainan  los vaivenes del día y escucho los ecos de vuestras ingenuas pero trepidantes preguntas, mis queridos nietos, que  vienen a ser como legítimos deseos de todos los seres humanos, que empiezan a despuntar en vuestros crecientes  anhelos.
Y aquí,  cuando el tráfico de la Avenida enmudece, cuando los  semáforos parecen exhibir sus colores en todo esplendor, cuando los plataneros proyectan sombras fantasmagóricas en mi salón y cuando Córdoba es un hormiguero de luces, quiero  terminar de leeros la carta que escribí a mi Gonzalo con motivo de su primer gol, de aquel que, según sus pocos años, le dio el salto a la fama. Sí, en aquella ocasión se la dediqué a él por ser el protagonista de la historia y porque era el primero que rompió a participar en aquellos ingenuos eventos colectivos, pero hoy, los ocho sois  destinatarios de cuanto en aquella carta le decía y es por ello que la repito en plural: os pertenece.
Le decía  algo así: duerme y sueña, pequeño, con tu “televisivo” primer gol, y sigue creyendo que el mundo entero te reconoce por él, porque, mientras así pienses, el don maravilloso de la ingenuidad seguirá palpitante en el rutilar de esos tus ojillos negros. Pero, al mundo,  mis queridos nietos, si optáis por la libertad, ya lo aprenderéis, vuestros éxitos le importarán un bledo, o lo que es peor: se conjurarán para arrinconaros y hundiros, pero lo importante, lo único, aquello que os hará felices y vivir con el alma en paz, será la conciencia de no haber dejado en blanco ni una sola página del libro de vuestra vida. Ése, sólo ése, será el gran “GOL”, el auténtico triunfo y tal vez la auténtica fama.
Tenéis que distinguir entre triunfo y fama. el triunfo es el  gozo  y la paz interior   del deber bien hecho y en libertad plena. La fama es lo que  te llega de afuera y depende, casi siempre, de lo que paguéis a cambio de ella. Es cierto que todos queremos ser famosos. Nadie quiere quedarse perdido en un fondo. No obstante, es bueno que conozcáis la condición humana y que os conozcáis a vosotros mismos, porque sucede.  que para mucha gente este legítimo deseo se convierte en una especie de obsesión, en una necesidad tan vital que están dispuestos a todo por tal de lograr ese lugar que consideran de privilegio y así llenar ficticiamente vacíos interiores y vivenciales.
Y, ¡claro! el deseo, como os digo, es legítimo, pero la fama, el protagonismo hay que ganarlo. No, no se inventa a consta de avasallar, desplazar, robar y ocupar espacios que pertenecen a otros.  Es justo y muy digno el reconocer méritos al otro, y dice mucho de la persona que sabe, humildemente, quedar a un lado, aunque eso es bien difícil.
 La fama, que tanto deseáis y tanto os gusta, se ha constituido en un síndrome psíquico que impulsa a muchos seres humanos a ser extravagantes, creídos, soberbios…, haciéndoles creer que son lo que realmente no son y cuando descubren algún conocimiento  o valor especial o cuando  saben de ciertas virtudes,  circunstancias de la vida de los demás, muchas veces, en lugar de aplaudir, descalifican y tratan de anular al auténtico protagonista. 

 Pero no olvidéis algo que os dice vuestra abuela con el corazón y su verdad  en la mano: El águila vuela sola; el cuervo en bandadas. El necio tiene necesidad de compañía y el sabio de soledad. Esto no quiere decir que os aisléis del mundo sino que seáis dueños de vuestras vidas  sin pagar precio alguno. Os quiero muncho.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Un relato para mis nietos

CUENTO
Un puzle de gran cantidad de piezas esperaba en un escaparate la mano paciente y laboriosa que lo convirtiera en un artístico  tapiz. Una pieza de las más grandes correspondiente al centro del tapiz, con gran indiferencia, dijo a  una de las más pequeñas: Tú poco tienes que hacer en esta obra. Yo, por el contrario, soy indispensable. Sin mí, nadie podrá hacer esta bella obra.
Un hombre, aficionado y buscando el puzle más grande que pudiera encontrar, lo  compró y se dispuso a colocar pieza tras pieza. Una de las primeras fue, efectivamente, la pieza grande que sonriendo, dijo a la otra: ¿qué te dije? Ya ves que soy la primera. Tú eres tan pequeña que puede que ni tan siquiera note tu espacio vacío.
Y en esto, un soplo de viento arrojó a la pieza chica lejos de la mesa donde el hombre trabajaba. Cuando aquel hombre terminó  de colocar las piezas en orden de mayor a menor y, cuando creía que ya estaba terminado el tapiz, cayó en la cuenta de que no estaba completo: faltaba una pieza.
Preocupado se decía: no puede ser. Esta obra así no tiene ningún valor; falta una pieza. Si no aparece, no podré exponer mi trabajo; será tiempo y dinero perdido.

De pronto vio cómo la pequeña pieza estaba debajo de una silla. Con gran alegría, la 
cogió y exclamó: ¡Qué grande eres!

Mis queridos nietos: no hace falta que os explique nada; sé que lo habéis entendido. No desprecéis, pues, a nadie por insignificante que os parezca, porque  el gran tapiz del universo lo formamos entre todos y en él todos somos grandes.