A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


jueves, 18 de abril de 2013

Carta a mi nieto Javier



¡Cuánto te quiero, precioso!
¿Con las manos en los bolsillos?
¡Si lo tuyo es... "mano alzada"!

Mi querido Javier: Como sueles decir, la abuela se enrolla con todo lo que os preocupa, interesa, gusta o disgusta. Hoy voy a transcribirte una carta que te dediqué cuando tenías diez años y que seguro ni leiste ni te acuerdas de cuál fue el motivo que la provocó. Estos días, que celebramos tanto, y no lo suficiente, la lectura, abre el blog y lee:

Mi querido Javier: Hace un frío que pela. Son las seis de la mañana. Ya sé que tú duermes como un lirón, olvidado de tus precoces preocupaciones que se tornan preguntas y más preguntas. Digo siempre, y es cierto, que mi Javier, tú mi precioso nieto de diez años, andas por el mundo con una mano alzada o lo que es igual: pidiendo siempre la palabra, porque siempre tienes algo que decir, algo, que preguntar, algo que proponer...
Esta tarde, cuando viniste a traerme unas torrijas que había hecho tu madre, te asomaste a mi terraza y de pronto exclamaste:

-¡Abuela! En el semáforo hay parado un coche de muertos.
-Sí, pasan todos los días. Van a la iglesia.
Te quedaste pensando unos minutos y después exclamaste:
-¿Y por qué no le dejan pasar como a los bomberos, a la policía…?
-Es vedad.  Igual que tú pienso yo. ¡Así es la vida!
Acercándote a mí que tecleaba en el ordenador, me abordaste sin más:
-¿Y qué es la vida, abuela? Porque, para morirse, mejor no vivir.
-La vida –te contesté son muchas cosas: el aire, el sol, la lluvia, la alegría, papá y mamá, los hermanos, la gente, el cole…, pero la vida se gasta…
-Abuela –me interrumpiste-, ¿y por qué se gasta la vida? Con la vida no se borra, ni se saca punta, ni…
¡Qué lindo eres y cuánto te quiero! –exclamé-. Todas las cosas se gastan -traté de explicarte. ¿No ves cómo se gastan las pilas de tus juguetes? ¿No ves cómo se gasta la suela de tus zapatos? ¿No ves cómo se gastan los lápices y las gomas...?
-¡Ah…! –exclamaste no muy convencido-. Pero, ¿nos vamos al cielo sí o no? ¿Por qué los muertos están con los ojos cerrados? Yo, aunque esté muy gastado, quiero estar con los ojos abiertos siempre. Con los ojos cerrados o me duermo o me aburro.

¡Bueno, bueno, que sabio eres, mi querido Javier! También yo me aburro si cierro los ojos y, aunque ahora no lo entiendas, quiero decirte que es demasiada la gente que vive, gran parte de su existencia, con los ojos cerrados, evadiendo responsabilidades y compromisos. Dejan de ver la luz y poco a poco, pierden el maravilloso sentido de la vista; se transforman en topos.
Tú, mi pequeño eres vida y tendrás que descubrir por ti mismo todos los misterios que entraña el vivir,  y también el morir, pero no tengas miedo ni a la vida ni a la muerte, proque tú eres un tío valiente que sabes ya cómo capotear los posibles miedos que quieran, con su sábana blanca, levantar los brazos y dedirte: ¡UUUUU!

Adiós, lindo, que no solo eres listo sino que ya a tus pocos años, te preocupa el que no se detenga el mundo -un semáforo-, cuando un ser humano, en su último paseo, recorre nuestras calles que un día fueron sus pasos. Estoy contigo.