A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


viernes, 8 de mayo de 2015

Mayores y Residencias

Queridos nietos y nietas: anoche  en el telediario -seguro que algo habéis oído- una vez más, hablaban del mal trato dado a los ancianos en una Residencia. Se me conmovió el alma. Y busqué y releí capítulos, fragmentos de mi novela titulada Limite de Eternidad.  Trata de un maestro mayor que en una Residencia escribe a sus hijos, contándole su pasado y su presente. Es una novela realista, que por ello  puede resultar triste pero es un padre que con inmensa ternura acepta su condición de mayor e incluso su estancia en una Residencia donde no solo escribe sino que se preocupa y ayuda en lo que puede a otros ancianos.
Hoy  he buscado un relato de los muchos que en ella  cuento para que la noticia que se comenta no quede, como tantas otras, en un telediario sin que  trascienda algo más.
   Dice así:
Mi buen amigo y compañero Carmona esperaba hoy a su hija y nietos. Durante todo el día, a pesar de su acostumbrado pesimismo, hoy, desde bien temprano, lo he notado  con un gesto de felicidad que le salía a flor de boca:  ¡Veremos a ver esos pillines de mis nietos que le traen al abuelo! –ha exclamado-. Mi yerno también viene, aunque mi hija es la que dispone  pero  él me quiere, y yo no tengo queja. Lo hace muy bien con mi hija, y conmigo, que cuando paga la Residencia, le queda bien poquito de mi paga.
Pero, a medida que ha ido cayendo la tarde, Carmona, bien arreglado, sentado en un poyete del caminillo de entrada, esperando el coche de la familia, se ha ido poniendo triste, como si, poco a poco, se fuese desvaneciendo su alegría: no han venido –me dijo con lágrimas disimuladas.
 No obstante saca fuerzas para conservar su humor y disculparlos: ¡no, si yo me estaba figurando que no iban a venir. Me decía que la chica estaba un poco tontilla con las vacunas. Seguro que la tiene mala. De no ser así, ellos hubieran venido por encima de todo.
¡Pobre Carmona! ¡Si su hija lo hubiera visto toda la tarde esperando, apoyado en su marrilla, con la gorra hasta los ojos y su rostro feliz al principio y preocupado después, y sus mirada trasnpuesta  en  cada coche que entraba y salía...!

   La madre Marcela tocaba la campana anunciando la hora de la cena, ¡Vamos, hombre! - exclamé-; otro día vendrán. Vete tú, Paco. Esperaré otro poco por si hubiesen tenido algún percance con el coche.
 Tarde, muy tarde, la hermana Marcela lo entraba al dormitorio. Al paso lo oí exclamar: ¡Si es que ya somos un estorbo!
Soledad de los ancianos, que hemos aprendido a tragarnos los malos ratos y seguir sonriendo, aunque nuestra sonrisa, bien entendida, sea la expresión de nuestras lágrimas por el olvido y soledad en que nos dejan nuestros seres más queridos.

Hasta aquí, un relato de esta novela real como la vida, un relato para reflexionad y entended que no es devoción el atender a los padres sino obligación. 
Así que tomad nota y respetad, atended y amad a los mayores que se crucen en vuestro camino