A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


martes, 19 de marzo de 2013

Cuento a mis nietos en el Día del Padre

 Mis queridos nietos y nietas. Ya sé que habéis hecho vuestros mejores trabajos para regalarlos en este día a vuestros padres. Yo quiero regalaros un  cuento muy breve y luego os digo algo, ¿vale?


PADRES E HIJOS
Un padre, de avanzada edad, y su hijo, en el fragor de la juventud, corrían por un parque.

El hijo, en clara y amplia ventaja, dejó muy atrás al padre que, con grandes dificultades, trataba de hacer el circuito.
El hijo, que iba delante, tropezó con una gran piedra hallada en medio del camino. Tras un doloroso traspiés, exclamó: "¡Maldita piedra..!" Y prosiguió su carrera.
Cuando el padre llegó al lugar donde estaba la piedra, tropezó y cayó, lastimándose un tobillo.
No obstante, medio a rastras, empujó y empujó a la piedra, hasta apartarla del camino.
En su interior se repetía:  Tengo que alejarla de aquí no sea que tropiece mi hijo y se haga daño.

A este cuentecito le hizo unbonito dibujo, mi gran amigo, Carmelo López de Arce. ¿Qué dibuja muy bien. ¡Uf! ¡Ni imaginarlo podéis; es un auténtico artista además un excelente amigo.

 
Lo que deseo comentaros va sobre el cuento. No quiere decir que los hijos sean malos. ¡No, qué va! Sucede que los pocos años hacen que no se piense demasiado en las consecuencias que nuestros actos pueden tener para los mayores y en este caso para los padres.
 
Por eso, aprovecho para que penséis un poco en lo mucho que debéis a vuestros padres. Hoy nos centramos en le padre, por ser el Día que se le dedica especialmente a él, si bien todos los días son  días de padres, madres, hermanos,  abuelos, etc.
 
Quiero decir que siempre hay que estar muy atentos a los seres humanos que nos rodean y, cuando todavía no tenéis edad de iros de la casa y vivir por vuestra cuenta, lo seres humanos más cercanos son los dichos: padres, hermanos, abuelos... 

Queredlos mucho, respetadlos, contarles vuestros problemillas, obedecedles y, bueno, hasta perdonar o disculpar sus posibles errores que, como humanos, todos tenemos, pero que sin duda, ellos obran con la mejor voluntad.  
Bueno, me voy, que no quiero sermonearos.  Mil y el piquito que no tiene fin, ya lo sabéis, de besos.