A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


sábado, 9 de noviembre de 2013

Más consejitos a mis nietos y nietas



No hace falta corred mucho para encontrar maravillosos paisajes.
Mirad al cielo y comprobaréis lo cerca, 
o tal vez lo lejos, que está de nosotros



Más, sí, mis queridos nietos y nietas. ¡Y lo que queda! La abuela tiene cuerda. Así que, paciencia, mis queridos y lindos nietos y nietas.

No caigáis en la barata tentación de venderos a cambio de unos  gramos o kilos de fama porque, si lo hacéis, pronto comprobaréis que lo que habéis comprado ha sido una columna de humo. 

No envidiéis algo que tengan los demás. Seguro que cada uno de vosotros  tenéis mucho que los demás no tienen. Nadie lo tiene todo. Por eso nos necesitamos para  convivir y no para  "jugar "a guerrillas absurdas.

Si sabéis algo que no saben los demás, no presumáis de ello. Posiblemente vuestras oportunidades de saber no sean las del otro. Por eso, o no hablad de vuestra “sabiduría” o si lo hacéis, hacedlo con humildad.

Más de una vez me habéis manifestado vuestros deseos de ser famosos, y es un deseo muy legítimo, pero no confundáis fama con éxito. La fama es propiedad del mundo de afuera. El éxito pertenece a nuestro mundo interior. La fama es cosa de los demás. El éxito es cosa nuestra.

Para nada os midáis con los demás. Los seres humanos no dan jamás la misma talla. Somos únicos, irrebatibles; no hay dobles.

Si acaso creéis, en alguna ocasión, que os olvidan, reflexionad, porque tal vez ese olvido sea una excelente memoria.

No midáis el tiempo en años, días, horas… El tiempo es una sucesión ininterrumpida de momentos y siendo conscientes de ello y llenándolos de sentido, encontraremos la medida de nuestro tiempo.

Cuando por las calles veáis un coche fúnebre, deteneos un instante y guardad silencio. No se trata de una mercancía sino de un ser humano que otro día, tal vez ayer, hacía vuestro mismo camino.

Cuando conozcáis o sepáis de un delincuente, no lo condenéis a la ligera. Pensad que todos, al nacer, somos como estrellas caídas del cielo. Tras cada delincuente hay una familia, una escuela, una sociedad y hasta una iglesia. Yo pediría barrotes para todos.

No apartéis  a nadie por su condición. Mejor por su educación, pero siempre  con el mayor respeto y sencillez.