Mis queridos nietos y nietas: observad bien
estos dibujitos de mis alumnos y
a ver si descubrís lo que tienen en común.
Rápidamente lo dijo Amalia: animales y plantas. Y sí, eso está claro,
pero, hay algo más que puede que a primera vista no
os hayáis dado cuenta: ¿Qué hacen los
niños que también hay en los dibujitos? Ángela dijo: Juegan con las flores y con las mariposas. Y también eso era evidente, pero lo más
importante de todo y lo que también queda claro en los dibujos es que los niños y niñas se les ve cómo respetan la vida de animales y plantes e
incluso, ayudan y favorecen el que se reproduzcan y el que nadie les haga daño. Hay unos niños
sembrando; otros cuidando los nidos, etc.
Y todo esto viene a cuento de
algo que vosotros habéis protagonizado
en esta línea y una noche en la playa que yo sé no vais a olvidar nunca pero
quiero dejarla escrita en esta obra que os dedico.
Me refiero a la noche de este verano cuando alguien
exclamó: ¡hay dos cachorrillos en las rocas! Estábamos sentados en la terraza
de Paco esperando la cena, pero ¡qué salto dimos todos! Los primeros y más
ligeros, vosotros, mis niños y vuestros amigos que andaban por el paseo y al
saber la noticia corrían también.
Efectivamente. Aquel lugar
estaba oscuro pero algo de luz le llegaba de las terrazas y chiringuitos por lo
que no fue difícil encontrarlos. Y sí, allí había dos cachorros que alguien
abandonó sin compasión.
Largo comentar cómo todos y
cada uno aportó ideas, de cara a rescatarlos y llevarlos a feliz puerto,
pero qué derroche de cuidados y hasta
mimos –diría yo- al lograr rescatarlos de aquella punzantes rocas. De mano en
mano los acariciabais. Pronto llevasteis agua y algo de comida, pero la gran
incógnita era dónde y cómo dejarlos, porque si bien el deseo de todos era
quedaros con ellos, la evidencia negaba tal posibilidad.
En fin, después de mucho
pensar, planear, hacer llamadas de teléfono a números que se sugerían como
apropiados para recogerlos, hacia las dos de la madrugada, lograsteis la
presencia de un veterinario que con interés y cariño se hizo cargo de ellos.
Y hasta aquí la anécdota, pero
quiero dejar constancia de mi orgullo por tener una familia tan consciente del
gran valor que es la vida para animales,
plantas y sobre todo personas.
Así que hoy sobran los consejitos porque estoy convencida
de que mis palabras quedarán cortas al compararlas con aquella maravillosa acción que llevasteis a
cabo.
Algo quiero deciros: no
cambiéis nunca y tener claro y ser conscientes, como ya lo sois, de este valor
que, a veces, se desconoce o se olvida y pasamos de largo, dejando “perritos”
tirados en las rocas de una negra noche y un furioso mar .
Y esto sucedió en agosto de
2014.