A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


sábado, 15 de junio de 2013

Llega el fin de curso con mis nietos



Mis queridos nietos y nietas: Ayer mi Ramón estaba triste: Le habían puesto un cuatro en inglés. Sentí pena y no por su nota que tan solo es un dato opinable, desde mi punto de vista. La causa principal de mi sentimiento fue motivada por su carita triste y es por eso que hoy, cuando el curso  toca a su fin, a los ocho quiero contaros un cuento y, como moraleja, os diré, después, algo:

EL CARACOL Y LA TORTUGA

Un caracol, incansable, trataba de escalar una pared. A cada intento, resbalaba y caía. No obstante persistía sin pausa y sin tregua.
Una tortuga que lo observaba dijo:
-¡Pobre caracol! ¡Cómo pierdes el tiempo! ¡Mírame a mí! Camino despacio, pero avanzo. Tú, en cambio, estás siempre en el mismo sitio. Así no llegarás a ninguna parte.
-¡Es verdad! -exclamó el caracol-. No avanzo mucho, pero en mi caminar hacia las alturas, puedo contemplar, a veces, las miserias de las cosas de abajo. Además, voy conociendo, poco a poco, el color de las estrellas. Tú, caminando siempre, casi a rastras, por la tierra, poco o nada sabes de cumbres. De ahí que yo, aunque caiga, vuelva a intentarlo y que tú, aunque llegues, no encontrarás nada.
La tortuga, sonriendo, exclamó de nuevo:
-¡Con qué poca cosa te conformas!
Sucedió que un golpe de viento volvió a hacer caer al caracol en el preciso momento en que un caballo, que galopaba por allí, pisó a un tiempo al caracol y a la tortuga.
En su agonía la tortuga lloraba y repetía:
-¡No quiero morir, no he llegado a mi destino!
El caracol, moribundo le preguntó:
-¿Y cuál era tu destino?
-¡No lo sé! –exclamó la tortuga-. ¡No me ha dado tiempo a descubrirlo! 
-Te olvidaste de la fragilidad de los caparazones –dijo el caracol-. Y caminando sin esfuerzo llegaste al final del camino sin encontrarlo.
 La tortuga rogó:
-Dime, al menos, por favor, de qué color son las estrellas.
En un último suspiro, el caracol, exclamo:
-Son bellísimas pero incoloras.

Bueno, hasta quí el cuentecito. ¿Lo habéis entendido? ¡Pues eso, que lo que vale, lo que cuenta es el esfuerzo, el caer y levantarnos, el saber hacia dónde vamos, qué buscamos...
Así que mi querido Ramón, y todos, un esfuerzo  final y a dejar atrás las tontas y malas notas. Si no lo conseguís, ya habrá otro día, pero seguir soñando, seguir escalando hasta tocar con la punta de vuestros dedos el color de las estrellas...
- ¿Y de qué color son, abuela?
-¡Ah!


Este bonito dibujo me lo hizo
un  buen amigo y gran dibujante,
Carmelo López de Arce