A mis nietos y nietas


Si a vuestro paso habéis dejado caer alguna
espina, regresad, arrancadla y en su lugar sembrad
una rosa.

Vuestra abuela que os quiere tanto...


viernes, 29 de mayo de 2015

A mis nietos con amor

¡Bueno, bueno, mis queridos nietos! ¡Vaya  si lo estáis pasando en la feria! De todas formas sé lo mucho que estudiáis también porque el final de curso está ya aquí.
Pero no voy a hablaros de eso, sino de mi  pequeño triunfo en este tiempo que, como bien sabéis, he estado, y sigo, casi inmovilizada por la caída que tuve.
¡Ea, pues me dije que algo positivo tenía que sacar de todo esto y, ¡vaya si lo he conseguido! Una de las cosas que más satisfacciones me ha dado ha sido este  video, el primero, que me ha costado mucho porque he querido aprender  sin ayuda de nadie.  Horas de hacer y deshacer, pruebas y más pruebas, pero, al fin, casi se pued ella ver y, aunque  en la primera foto  hay apuesto, dedicado a mis amigos,  sois vosotros los primeros en verlo porque, en realidad, cuando me esforzaba por hacerlo pensaba que tenía que demostraros cómo  todos somos capaces de todo y también cómo hay que aprovechar el tiempo, aunque nos venga oscuro, para crear, trabajar y progresar, aunque sea solo un poquito.

Bueno, pues ahí lo tenéis. Ya me saldrán mejores los que haga en lo sucesivo pero este,que es el  primero, os lo dedico con todo, yodo mi cariño.

Fijaos bien en la frase del final  




http://youtu.be/ugpJ5wnAglg

sábado, 23 de mayo de 2015

Abuela, ¿tú votas?


Antes de dar, pues un paso, emitir un voto,  guiado por los demás, 
detente a contemplar, no tu individualidad, 
sino la parte de todo, y de todos, que eres y verás cómo ese paso 
marcará profunda huella en el albero de tu caminar, si lo das con responsabilidad.

En las pasadas elecciones,  Gonzalo, con dieciséis años, me preguntaba: a quién vas a votar, abuela?  Hoy, que votas, te transcribo una carta que te dediqué aquel día como respuesta a tu pregunta.

Mi querido Gonzalo: Tus dudas, tus repentes, tus contradicciones… son para mí como descubrimientos que me llevan a colarme en tu piel y sentir que, a pesar de tus diecisiete años, sigues siendo un niño, pero un niño que empieza a cuestionarse la vida, las responsabilidades y los comportamientos humanos. De ahí que no encajen en tu mente, y menos aún en tu corazón, los vaivenes de una sociedad que te sirve en bandeja manjares que, mezclados con sustancias contaminantes, empiezan a causarte como indigestión y te crean incertidumbres que vomitas  de forma tan ingenua y natural que me emociona el oírte y casi me deja sin respuestas.
Hace años caí en la cuenta de que nadie tiene esa verdad absoluta que tú buscas con los oídos bien abiertos a lo que decimos los mayores, sobre todo. Esa verdad te la tendrás que fabricar tú solo, con la experiencia que te irá dando la vida. Los humanos somos vulnerables, somos pura necesidad de tener seguridades. Y las buscamos, apoyándonos en otros tan frágiles o más que nosotros.
No encontrarás mejor soporte, mejor bastón que aquel que vaya creciendo en tu interior y que con voz poderosa te dictará cómo y qué hacer en cada caso. Los seres humanos nos parecemos mucho todos y es por eso que hay que disculpar los errores ajenos, ya que  de igual forma nosotros podemos caer en ellos. Sucede que los caminos, la formación, la familia, todo influye en la forma de ser de cada uno. ¿Has pensado alguna vez por qué se emborrachaba  aquella tu profe de Religión? Puede que tuviera un grave problema del que trataba de olvidarse, puede que, por alguna razón, nadie le habló a tiempo de los riesgos de la bebida. ¡Cualquiera sabe! No se debe, pues, juzgar tan solo por lo que vemos, hay que mirar más allá de lo que no vemos. Un día en la playa estaba yo haciendo fotos a las olas. Un marinero que me vio me dijo: Si quiere fotografiar las maravillas del mar, no mire solo las olas; mire a lo más profundo. Y jamás olvidé aquella lección: Siempre hay mucho más de lo que vemos en un simple mirar. ¿Entiendes, verdad?
Tu abuela, esta que tanto te quiere, te he dicho, cayó en la cuenta, hace ya muchos años, de lo sabia que podía ser, si se alejaba de la manadas, de la bandadas   y como águila  volaba sola pero muy alto para  poder ver con  perspectiva el auténtico valor  de todas las cosas. Antes de dar, pues un paso, emitir un voto,  guiado por los demás, detente a contemplar, no tu individualidad, sino la parte de todo, y de todos, que eres y verás cómo ese paso marcará profunda huella en el albero de tu caminar, si lo das con responsabilidad.

Y, si así lo haces, ¡seguro, seguro! que sabrás a quién votar. Seguro también que descubrirás a quién votaba tu abuela. Te quiero.

jueves, 21 de mayo de 2015

Carta a mi nieto Gabriel en su Primera Comunión

Hoy hace  poquitos años, mi querido nieto Gabriel, de aquel día grande tu Primera Comunión. Hoy te lo quiero recordar porque seguro ya sabes entender mejor lo que  aquel día quise decirte.


Mi querido y precioso nieto Gabriel: Mentiría si no confesara, una vez más, la gran emoción que me embarga esta madrugada, víspera de tu gran día, del gran día de todos los que te queremos: tu Primera Comunión. No obstante haberte precedido  seis nietos, algo dentro de mí se conmueve de forma muy particular, mezcla de alegría  y nostalgia que tú todavía no puedes entender.  
Y es que te veo tan especial… No son, ni mucho menos, cursilerías de abuela. Ahí están tus notas, la opinión de tus profesores y la de tus padres: sobresaliente, responsabilidad extrema, orden, disciplina y un largo etcétera que resumo, tras tantos años mano a mano con niños y niñas, en un gesto inolvidable a tus cinco años: aquel día que repasábamos un álbum de fotografías. Ramón, tu hermano de cuatro años, no quería reconocerse en sus fotos de bebé. Ese gordo no soy yo –decía triste-. Y tú, echándole un brazo por encima, exclamaste: ¡Que no, que ese soy yo, tonto! 
Jamás he presenciado una escena de amor más puro y auténtico. En fin, mi querido Gabriel,  hoy te la recuerdo, porque quiero decirte algo del amor, ya que  es lo más importante que debes aceptar como compromiso en este día. Jesús, al que tú has conocido en años de catequesis y preparación, dijo que  lo primero y principal era Amar a Dios y  al prójimo. Aquel día que asumiste la peor parte para evitar un sufrimiento a tu hermano, estabas amando a Dios y al prójimo. Sigue siempre  por ese camino. No te resultará fácil, ya que se te exigirá, y te exigirás mucha tolerancia y empatía con un mundo tan complejo como el nuestro, pero será la única forma de llenar tus bolsillos de felicidad para ti y para tantos seres humanos infelices que se te cruzarán en el camino. 
Y recordemos juntos a la abuela Elvira que se nos ha ido, cuando menos lo esperábamos. Ella, no sé cómo pero seguro que estará contigo, con su vestido nuevo y su alegría.



domingo, 17 de mayo de 2015

Una postal para mis nietos y nietas




Mis preciosos nietos: como es domingo solo una postal 
que he hecho para vosotros. 
Seguro que entendéis el mensaje. Os quiero.

lunes, 11 de mayo de 2015

Dibujitos de mis nietos y nietas


Hoy he sentido deseo de trasladar aquí vuestros dibujos, aquellos que me hacíais cuando erais muy pequeñitos.
 Son preciosos y seguro que los tenéis olvidados. Yo los conservo todos como un gran tesoro.. 
Por hoy solo algunos, pero seguiré para que haya, al menos, uno de cada uno.

¡Ah! Como también conservo los de vuestros padres, los iré poniendo para que os riais y veáis como dibujaban ellos.  

Hoy, uno del tito Ramón.












SEGUIRÉ. NO OS REOCUPÉIS                              
                                       

 ESTE ES EL DEL TITO RAMÓN. DECÍA QUE ERAN PECES


viernes, 8 de mayo de 2015

Mayores y Residencias

Queridos nietos y nietas: anoche  en el telediario -seguro que algo habéis oído- una vez más, hablaban del mal trato dado a los ancianos en una Residencia. Se me conmovió el alma. Y busqué y releí capítulos, fragmentos de mi novela titulada Limite de Eternidad.  Trata de un maestro mayor que en una Residencia escribe a sus hijos, contándole su pasado y su presente. Es una novela realista, que por ello  puede resultar triste pero es un padre que con inmensa ternura acepta su condición de mayor e incluso su estancia en una Residencia donde no solo escribe sino que se preocupa y ayuda en lo que puede a otros ancianos.
Hoy  he buscado un relato de los muchos que en ella  cuento para que la noticia que se comenta no quede, como tantas otras, en un telediario sin que  trascienda algo más.
   Dice así:
Mi buen amigo y compañero Carmona esperaba hoy a su hija y nietos. Durante todo el día, a pesar de su acostumbrado pesimismo, hoy, desde bien temprano, lo he notado  con un gesto de felicidad que le salía a flor de boca:  ¡Veremos a ver esos pillines de mis nietos que le traen al abuelo! –ha exclamado-. Mi yerno también viene, aunque mi hija es la que dispone  pero  él me quiere, y yo no tengo queja. Lo hace muy bien con mi hija, y conmigo, que cuando paga la Residencia, le queda bien poquito de mi paga.
Pero, a medida que ha ido cayendo la tarde, Carmona, bien arreglado, sentado en un poyete del caminillo de entrada, esperando el coche de la familia, se ha ido poniendo triste, como si, poco a poco, se fuese desvaneciendo su alegría: no han venido –me dijo con lágrimas disimuladas.
 No obstante saca fuerzas para conservar su humor y disculparlos: ¡no, si yo me estaba figurando que no iban a venir. Me decía que la chica estaba un poco tontilla con las vacunas. Seguro que la tiene mala. De no ser así, ellos hubieran venido por encima de todo.
¡Pobre Carmona! ¡Si su hija lo hubiera visto toda la tarde esperando, apoyado en su marrilla, con la gorra hasta los ojos y su rostro feliz al principio y preocupado después, y sus mirada trasnpuesta  en  cada coche que entraba y salía...!

   La madre Marcela tocaba la campana anunciando la hora de la cena, ¡Vamos, hombre! - exclamé-; otro día vendrán. Vete tú, Paco. Esperaré otro poco por si hubiesen tenido algún percance con el coche.
 Tarde, muy tarde, la hermana Marcela lo entraba al dormitorio. Al paso lo oí exclamar: ¡Si es que ya somos un estorbo!
Soledad de los ancianos, que hemos aprendido a tragarnos los malos ratos y seguir sonriendo, aunque nuestra sonrisa, bien entendida, sea la expresión de nuestras lágrimas por el olvido y soledad en que nos dejan nuestros seres más queridos.

Hasta aquí, un relato de esta novela real como la vida, un relato para reflexionad y entended que no es devoción el atender a los padres sino obligación. 
Así que tomad nota y respetad, atended y amad a los mayores que se crucen en vuestro camino