Mis queridos nietos: Este día tan maravilloso de los abuelos se lo he
dedicado especialmente a los titos que, como sabéis tantas ganas tenían de ser
abuelos y con tanto amor han recibido a su primer nieto.
Pero os lo escribo aquí para que entendáis qué significan los nietos
para los abuelos y siendo conscientes de ello, le correspondáis en lo que os
toca. ¿Vale?
Un día singular y cargado de maravillosos matices este de los
abuelos que dedico muy especialmente a mi hermana María Jesús y a mi cuñado
César, abuelos por primera vez de un precioso niño que ha llegado a su vida,
como llegan todos los nietos, vivificando ilusiones, amores, sueños… Se suele
decir que a los nietos se les quiere más que a los hijos, y no es así, pero
sucede que, cuando en el índice de la vida se van enumerando capítulos grises, unas veces, y opacos, otras, ellos y
ellas, nuestros nietos, nos elevan y transforman en paraíso irisado de ternuras
infinitas. Y son balbuceos, sonrisas de bebé,
primeros pasos, primero todo de nuevo que nos hacen olvidar posibles
deterioros, posibles depresiones y malos humos.
Un nieto es un sueño convertido en realidad: Ellos nos
dan lo que tal vez la vida nos quiso robar: amores, juventud, alegría,
proyectos… Ellos y ellas son un paso más en la deseada trascendencia, ellos y
ellas son la cuerda que activa el reloj de nuestra existencia, haciendo que
el ritmo de nuestro corazón reciba
oleadas de impulsos nuevos.
Suelo decir que
quien no tiene nietos no ha probado el néctar de la vida, elixir que nos hace
entonar himnos de júbilo que en ecos prodigiosos deseáramos se extendieran
por el universo.
Por eso, a mis
hermanos, María Jesús y César, que tanto lo han deseado, que con tanto amor
lo han recibido, que con tanto fervor lo proclaman a los cuatro vientos, mi
más grata y sincera felicitación en este día en el que yo también me felicito
y me uno a todos los abuelos y abuelas
del mundo para entonar a coro, la canción del salmista:
Jubilate Deum omnis terra
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