Mis queridos nietos y nietas: También pasó
la Noche Vieja y me refiero a ella con mayúsculas porque hemos decidido, desde siempre, que sea una
noche especial, pero que bien visto, cada día, cuando el sol se va y llega la
noche, un día se nos hace viejo, pero bueno, por el hecho de estar unidos ya
podemos considerar festivo cualquier evento.
Lo pasamos bien, aunque, como es
lógico, la familia estuvo más repartida, pero nos comimos las uvas, nos
llamamos por teléfono y formulamos nuestros mejores deseos para el 2.014 Los
vuestros fueron secretos, pero los míos se pueden vocear y hasta cantar: El
primero y principal, amor para todos y por todos, porque, dónde hay amor, hay
paz, solidaridad, alegría, ayuda, etc. Todo se arreglaría, hasta la crisis, sí,
con amor. ¿Y la salud? –sé que os preguntáis-. ¡Claro, eso por descontado!
Y bueno,
nos quedan los Reyes y os escribo mi carta para que veáis que la abuela también
quiere algunas cositas. ¡Ah!, ya he visto algunas de vuestras cartas y me
parece que alguno se ha olvidado de la crisis, pero los Magos, que tienen mejor
memoria, aunque os quieren muchísimo, os dejarán lo más conveniente, pero ya
sois mayorcitos para entender que no es posible atender a peticiones que sobrepasan la capacidad de Reyes que
tantos compromisos y obligaciones tienen.
Así que, cuando recibáis vuestros regalos, mostraos felices y
agradecidos aunque no sean en todo lo que
esperáis. ¿De acuerdo? Cuando yo era niña, corrían malos tiempos y,
aunque en mi casa no se hablaba de ello,
yo lo sabía. Os va a hacer gracia lo que
siempre pedía en aquella cartas que mi padre nos ayudaba a escribir: una
caja de lápices de colores, un rosario y una muñeca. Los lápices eran tan malos
que, al sacarle punta, terminaba con ellos por lo mucho que se rompía, y la
muñeca era de cartón con la cara y el
pelo pintados y nada más caerle una gota de agua, se hacía papillas ¡Qué feliz era con mi muñeca a la que todos los años bautizaba
con el nombre de Mercedes, nombre que en aquellos años estaba de moda. ¿Y el rosario, abuela, para qué lo querías? -seguro que os preguntáis? Lo quería, sobre todo, porque se lo veía a mi madre y yo quería todo lo que a ella le gustaba.
Os contaría
muchas cosas de cómo era aquella noche y aquella mañana en mi casa con mis
padres y mis hermanos, pero no me voy a extender, aunque sí repetiros que era
tanta la ilusión, compartida con mis padres, que resultaba ser una noche mágica de verdad.
Y ahora mi cartita;
Queridos
Reyes Magos: Este año, y como ya sé que
también lleváis sacos de regalos que a
veces os lleváis para Oriente llenos porque los niños ni los conocen, yo quiero
que descarguéis en mis botas ilusión ya
que a veces, mis días están un poco manchados por la decepción a la vista de
cómo están las cosas en el mundo. También quiero alegría para poder repartirla
a mi familia y a cuantos me rodean. Y, bueno,
una plancha normalita que se me ha roto
la que tengo, unos calcetines de lana y ¡una buena caja de bombones! ¿Es
mucho? Los bombones que no falten, ¿eh?
Os quiero
mucho. Por eso, también quiero dejaros
mi regalito para que os lo llevéis y os ilumine, si os falta la luz en
el camino: Una fotito de mis ocho nietos y, si pudiera, de todos los niños y
niñas del mundo porque en ellos está la verdad, luz que alumbra en cualquier oscuridad y que a mí me
sirve para mis noches más negras. La encontraréis en mi escritorio, pero no hagáis
mucho ruido que me “susto”, como dice mi chiquitín.
Un gran
abrazo, que llevéis buen viaje y que, ¡hasta el año que viene!