Mis queridos nietos y nietas: A veces me preguntáis que cómo se hace uno famoso, y ya os he contestado alguna que otra vez, pero hoy, una nueva pregunta y una nueva contestación.
Una de la madrugada. Hora en la
que amainan los vaivenes del día y
escucho los ecos de vuestras ingenuas pero trepidantes preguntas, mis queridos
nietos, que vienen a ser como legítimos
deseos de todos los seres humanos, que empiezan a despuntar en vuestros
crecientes anhelos.
Y aquí, cuando el tráfico de la
Avenida enmudece, cuando los semáforos
parecen exhibir sus colores en todo esplendor, cuando los plataneros proyectan
sombras fantasmagóricas en mi salón y cuando Córdoba es un hormiguero de luces,
quiero terminar de leeros la carta que
escribí a mi Gonzalo con motivo de su primer gol, de aquel que, según sus pocos
años, le dio el salto a la fama. Sí, en aquella ocasión se la dediqué a él por
ser el protagonista de la historia y porque era el primero que rompió a
participar en aquellos ingenuos eventos colectivos, pero hoy, los ocho
sois destinatarios de cuanto en aquella
carta le decía y es por ello que la repito en plural: os pertenece.
Le decía algo así: duerme y
sueña, pequeño, con tu “televisivo” primer gol, y sigue creyendo que el mundo
entero te reconoce por él, porque, mientras así pienses, el don maravilloso de
la ingenuidad seguirá palpitante en el rutilar de esos tus ojillos negros. Pero, al mundo, mis queridos nietos, si optáis por la
libertad, ya lo aprenderéis, vuestros éxitos le importarán un bledo, o lo que
es peor: se conjurarán para arrinconaros y hundiros, pero lo importante, lo
único, aquello que os hará felices y vivir con el alma en paz, será la
conciencia de no haber dejado en blanco ni una sola página del libro de vuestra
vida. Ése, sólo ése, será el gran “GOL”, el auténtico triunfo y tal vez
la auténtica fama.
Tenéis que distinguir entre triunfo y fama. el triunfo es el gozo y
la paz interior del deber bien hecho y
en libertad plena. La fama es lo que te
llega de afuera y depende, casi siempre, de lo que paguéis a cambio de ella. Es
cierto que todos queremos ser famosos. Nadie quiere quedarse perdido en un
fondo. No obstante, es bueno que conozcáis la condición humana y que os
conozcáis a vosotros mismos, porque sucede. que para mucha gente este legítimo deseo se
convierte en una especie de obsesión, en una necesidad tan vital que están
dispuestos a todo por tal de lograr ese lugar que consideran de privilegio y así
llenar ficticiamente vacíos interiores y vivenciales.
Y, ¡claro! el deseo, como
os digo, es legítimo, pero la fama, el protagonismo hay que ganarlo. No, no se
inventa a consta de avasallar, desplazar, robar y ocupar espacios que
pertenecen a otros. Es justo y muy digno
el reconocer méritos al otro, y dice mucho de la persona que sabe,
humildemente, quedar a un lado, aunque eso es bien difícil.
La fama, que tanto deseáis y
tanto os gusta, se ha constituido en un síndrome psíquico que impulsa a muchos
seres humanos a ser extravagantes, creídos, soberbios…, haciéndoles creer que
son lo que realmente no son y cuando descubren algún conocimiento o valor especial o cuando saben de ciertas virtudes, circunstancias de la vida de los demás,
muchas veces, en lugar de aplaudir, descalifican y tratan de anular al
auténtico protagonista.
Pero no olvidéis algo que os dice vuestra
abuela con el corazón y su verdad en la
mano: El águila vuela sola; el cuervo en bandadas. El necio tiene necesidad de
compañía y el sabio de soledad. Esto no quiere decir que os aisléis del mundo
sino que seáis dueños de vuestras vidas
sin pagar precio alguno. Os quiero muncho.