Mamá con su niña de paseo.
(Dibujito de Isabel María a sus tres añitos y medio)
Por eso, mis consejitos, hoy,
cuando apenas sois conscientes del bien que supone tener una familia y puede
que hasta lo consideréis como lo más normal del mundo, quiero que os hagan
reflexionar sobre tema de tan gran transcendencia.
¿Vamos, pues a ello?
En estos tiempos, y en
determinados ambientes, parece que hablar de familia es como andar desfasado,
anticuado, etc. O sea, como si la familia perteneciera a un tiempo inexistente
hoy. Pero no es así, ¡qué va! Nada hay comparable a los placeres vividos en el
seno de una buena familia. Y creo que lo sabéis, porque, por ejemplo, cuando
hablamos de ir al campo, lo primero que preguntáis es, ¿van los titos? ¿Van los
primos?
Estoy segura de que para todos
los niños, no hay mayor alegría que
vivir una experiencia de familia: excursiones, comidas, viajes, etc. ¿A
qué es verdad? Yo sé que es verdad porque fui
niña de una gran familia: siete hermanos, más abuelos, tíos, primos etc. No
obstante quiero deciros algo: No solo son los padres los que pueden hacer que
funcione la familia, sino que también los hijos, en las posibilidades de sus
edades, tienen que contribuir a ello. Y veo ya a Javier con la mano levantada
para preguntar, ¿Y qué pueden hacer los hijos, abuela, si son niños?
¡Ea, pues ahí quería yo llegar!
Como ya sois mayorcillos, me vais a entender: la familia es como una pequeña
sociedad en la que todos tienen derechos y obligaciones. ¿os podéis imaginar un
grupo de gente que trabajara, por ejemplo, en la misma empresa y que unos se
pasaran el día contando chistes y riendo, mientras otros hicieran el trabajo
que les pertenece y el de los que no hacen nada?
Bueno, pues vamos a dejar a un
lado los padres que, por supuesto hacen su trabajo y vamos a ver cuál es el vuestro.
El primero y principal,
estudiar, puesto que es lo que os toca para tener un futuro, ya que los padres
no viven para siempre.
Pero no basta con estudiar
porque, ¿quién os haría la comida si vuestros padres solo trabajaran fuera de
la casa? ¿Quién os tendría preparada la ropa, limpia la casa, echas las
compras, etc. etc.
Es verdad que vuestra primera
aportación y responsabilidad es la de estudiar, pero eso no quita para que
también tengáis obligaciones en familia.
Veamos algunas cositas que debéis hacer para contribuir a que vuestra familia
funcione en orden y feliz:
Orden y limpieza en vuestras cosas personales: cama, ropa, zapatos, armario, libros, etc.
Obediencia a cuanto os
pidan vuestros padres y no andar
renegando de todo.
Buen comportamientos con los hermanos, evitando peleas y discusiones que alteran la paz que debe reinar en la familia.
Evitando exigencias y casi dando órdenes. Por ejemplo, mamá, tráeme un vaso de agua, dame unos calcetines, etc.
Borrad de vuestros labios, ante una comida, por ejemplo, aquello de… ¡qué asco! No me gusta…
Si vuestros padres se equivocan en algo, cosa que puede pasar, y que pasa, tratad de aclararlo con ellos sin malos modos y sin reproches.
Pensad, aunque seais muy jóvencitos, que la familia es lo mejor que tenemos porque en ella siempre encontraremos los brazos abiertos, las mejores palabras, el mayor amor…
Es verdad que todos los padres no están preparados para serlo, bien porque no tienen cultura, bien porque no los educaron debidamente, etc. No es vuestro caso, pero si lo fuera, tendríais que entenderlos y disculparlos de sus errores. Jamás, jamás ridiculizarlos.
Con frecuencia encontraréis momentos en los que os
sintáis felices, lejos de la familia y
con frecuencia también puede suceder que
por algún gesto, palabra o hecho de los demás, os sintáis defraudados,
engañados o desilusionados. Esto puede suceder también en familia, pero la
diferencia estriba en que los desencuentros en familia suelen ser pasajeros y
casi siempre fruto de repentinos arrebatos que no conllevan trascendencia
alguna, porque hay por medio amor. Los desencuentros con amigos o compañeros
suelen tener como base envidia, resentimientos,
u ocultas razones.
Vuestro destino, como el de todos, será volar. Es decir, llegará el día que abandonéis la casa familiar para crear vuestra propia familia, pero nadie ni nada podrá borrar el índice de días felices vividos bajo el techo familiar de vuestros años de infancia y juventud y es más, trataréis de repetirlos en vuestras nuevas vidas.
Hacer familia no es un camino fácil ni para los padres ni para los hijos. Son muchos los ingredientes que hay que poner en juego como tolerancia, comprensión, colaboración y sobre todo amor, mucho amor, porque el amor no precisa exigencias. Es como un sabio que lo sabe todo y se adelanta a todo.
¡Cómo
recuerdo aquellos años de vida en familia! Primero, como niña, con padres
maravillosos que, a pesar de las dificultades de los tiempos, me hicieron
sentir alegría de vivir. Después, como madre, y también siempre con las
dificultades que nunca faltan, con vuestros padres y abuelo. Ahora también con
vosotros, mis queridos nietos y nietas que habéis vuelto a llenar de felicidad
esta casa y sobre todo a esta abuela.
Por
cierto, y aunque dedicaré un capítulo a los
abuelos, si por alguna razón los tenéis cerca, tratadlos con cariño y comprensión, sobre todo, porque lo
que ellos son, vosotros, si llegáis a su edad, lo seréis.
Y termino casi como empecé. La familia es una sociedad pequeñita, pero su labor trascenderá el universo.
Tuve un padre maravilloso que me enseñó muchas cosas,
pero cómo muy especial recuerdo aquella noches de jardín y cielo en las que nos
hablaba de estrellas, galaxias, misterios…
Tuve una madre de jazmines y violetas, de cajitas de
música y pañuelos bordados.
Tuve una madre de perfume de rosas, de ingenuas
ilusiones, una madre de sueños, de rosarios y fe.
Tuve los mejores padres, tuve y tengo la mejor familia que podía esperar. Por ello, hoy,
puedo verlos y encontrarlos, siempre que los necesito.