Mis queridos nietos y nietas: un tiempecito ausente y ya estoy aquí.
Hoy quiero recordaros qué cosas debéis evitar siempre en la convivencia con los demás. Es importante saber qué hacer o como actuar para no humillar, herir o defraudar al otro.
Así que como siempre, vamos derechos al grano. ¡
Lindos que os quiero mucho!
JAMÁS DE LOS JAMASES
Jamás
en una conversación, trates de hablar más que los demás; mejor, escuchar.
Jamás interrumpas al que te va a contar algo, bien para hablarle de ti o exclamando ¡eso ya lo sabía!
Jamás mires al móvil, al ordenador o a cualquier otra cosa, mientras alguien te cuenta algo.
Jamás desmontes una mentira, aunque conozca la verdad, si la persona se disculpa, evitando así que se sienta humillada.
Jamás preguntes, si descubrís que una persona tiene un defecto físico o de familia y menos aún lo delates.
Jamás digas “eso lo hago o lo sé yo mejor” aunque sea verdad. Mejor callar y cuando sea oportuno demostrarlo con hechos.
Jamás respondas a un insulto con otro insulto, porque no solo os iguala sino que no hay mayor insulto que el silencio por respuesta.
Jamás trates, si alguien tiene especial fe en algo que no perjudica a nadie, de demostrarle que está equivocado. Sería como robarle un recurso que posiblemente le ayuda a vivir.
Jamás hables del error del otro, si ya ha sido consciente de ello y no lo puede corregir, porque seguro que no lo repetirá.
Jamás discutas con un orgulloso. Sera la mejor forma de que entienda que el orgullo de verdad es saber callar a tiempo.
Jamás niegues al otro la oportunidad de quedar bien, aunque tengas que adelantarte improvisando una mejor interpretación.
Jamás juzgues a alguien sin detenerte unos momentos y ponerte en su lugar.
Jamás envidies, con malas artes, algo que tengan los demás. Seguro que cada uno de nosotros tiene mucho que los demás no tienen. Nadie lo tiene todo. Por eso nos necesitamos para convivir y no para "jugar "a guerrillas absurdas.
Jamás presumas de saber más que los demás. Posiblemente tus oportunidades de saber no sean las del otro. Por eso, o no hables de tu “sabiduría” o si lo haces hazlo con humildad.
Jamás, para nada, midas la “talla” de los demás. Solo así conocerás y conocerán la tuya.
Jamás condenes a un delincuente a la ligera, porque tras él hay una familia, una escuela, una sociedad y puede que hasta tú mismo. Mejor pedir barrotes para todos.
Jamás te sientas superior al otro por mucho que tengas o recibas; solo eres superior si tus ojos miran siempre en la misma dirección: vida y muerte.
Jamás interrumpas al que te va a contar algo, bien para hablarle de ti o exclamando ¡eso ya lo sabía!
Jamás mires al móvil, al ordenador o a cualquier otra cosa, mientras alguien te cuenta algo.
Jamás desmontes una mentira, aunque conozca la verdad, si la persona se disculpa, evitando así que se sienta humillada.
Jamás preguntes, si descubrís que una persona tiene un defecto físico o de familia y menos aún lo delates.
Jamás digas “eso lo hago o lo sé yo mejor” aunque sea verdad. Mejor callar y cuando sea oportuno demostrarlo con hechos.
Jamás respondas a un insulto con otro insulto, porque no solo os iguala sino que no hay mayor insulto que el silencio por respuesta.
Jamás trates, si alguien tiene especial fe en algo que no perjudica a nadie, de demostrarle que está equivocado. Sería como robarle un recurso que posiblemente le ayuda a vivir.
Jamás hables del error del otro, si ya ha sido consciente de ello y no lo puede corregir, porque seguro que no lo repetirá.
Jamás discutas con un orgulloso. Sera la mejor forma de que entienda que el orgullo de verdad es saber callar a tiempo.
Jamás niegues al otro la oportunidad de quedar bien, aunque tengas que adelantarte improvisando una mejor interpretación.
Jamás juzgues a alguien sin detenerte unos momentos y ponerte en su lugar.
Jamás envidies, con malas artes, algo que tengan los demás. Seguro que cada uno de nosotros tiene mucho que los demás no tienen. Nadie lo tiene todo. Por eso nos necesitamos para convivir y no para "jugar "a guerrillas absurdas.
Jamás presumas de saber más que los demás. Posiblemente tus oportunidades de saber no sean las del otro. Por eso, o no hables de tu “sabiduría” o si lo haces hazlo con humildad.
Jamás, para nada, midas la “talla” de los demás. Solo así conocerás y conocerán la tuya.
Jamás condenes a un delincuente a la ligera, porque tras él hay una familia, una escuela, una sociedad y puede que hasta tú mismo. Mejor pedir barrotes para todos.
Jamás te sientas superior al otro por mucho que tengas o recibas; solo eres superior si tus ojos miran siempre en la misma dirección: vida y muerte.