Con la boca
abierta me he quedado cuando mi chiquitín, a sus cuatro añitos, me decía: Abuela, se ha ido el rey. ¿Y cómo lo sabes
tú? –le pregunté-. Porque lo sabe mi seño –contestó como dándolo por más que
sabido-. Dice –añadió- que era un hombre muy bueno porque era el rey, pero está
malito…
La
conversación siguió pero yo me dije: tengo que escribir algo a mis nietos sobre
este acontecimiento y aprovechad para darles unos consejitos y algo de
información. Así que voy a empezar por
un cuento que escribí hace años. Se titula
“El rey de la corona de hielo”.
Esto era una
vez un hombre que, cansado de trabajar, se decía: yo lo que quiero es ser rey, tener una corona, un trono y súbditos que
me obedezcan y trabajen. Era tal la obsesión de aquel hombre por ser rey
que a todas horas pensaba y rogaba al cielo que, como fuera, se convirtiera en
rey.
Un día, cuando
estaba a punto de dormirse apareció en su habitación un hada. Le dijo: He escuchado tus grandes deseos de ser rey y vengo a ofrecerte
la corona de tu reino. ¡Bien, bien!
–exclamó el hombre—Ya se me acabó el trabajar y el mal vivir. ¡Bien! Pero
el hada le dijo: No he terminado de hablar. Tu corona será de
hielo y cada vez que hagas algo que no
corresponda a un buen rey, se descongelará
una gota. ¿De acuerdo? ¡Claro que sí! –exclamó el hombre- ¡Claro que
seré un buen rey!
El hada
desapareció y el hombre se colocó su corona de hielo y, se presentó ante el
pueblo, exclamando: ¡Soy vuestro rey! Y eso quiere decir que
tendréis que hacer cuánto yo os mande.
Pero aquel
hombre convertido en rey se transfomó en un tirano: mentía, castigaba, daba
órdenes y para nada escuchaba a la gente del pueblo que le suplicaba piedad y
justicia. Así la corona de hielo, poco a poco, se le iba descongelando sin que se diera cuenta y olvidado de las
palabras del hada.
Sucedió que un
día aparecieron en el pueblo unos hombres dispuestos a apoderarse de las casas, de los campos y de
todo. La gente corrió a pedir ayuda al rey, pero cuando este pidió su corona para sentarse en el trono y
dar órdenes, la corona ya se había descongelado y nada quedaba de ella. El
hombre, desesperado, lloraba y repetía: ¡me
la han robado, los malditos y envidiosos
ladrones! Entonces, apareció de nuevo el hada y le dijo. No, no te la han robado; la has perdido por
ser un mal rey. ¿Recuerdas que te previne? Vuelve, pues, a ser un pobre y
desgraciado hombre porque no supiste cumplir con tu deber.
Y se acabó el
cuento, pero ahora me parece oír vuestras preguntas y razonamientos: ¿Qué hace el rey, abuela? Los reyes no
trabajan y viven en palacios y tienen de todo: criados, dinero, coches… Hacen
viajes por el mundo, comen de todo lo bueno, etc.
En fin, cosas
así seguro que se os ocurren y seguro
que también a gente mayor, y yo, que no sé mucho, pero lo suficiente para
contestar a vuestras interrogantes, quiero que sepáis algunas cosillas que van
más allá de las apariencias, como sucede con casi todo.
Primero. Eso
de que un rey hace lo que quiere es totalmente falso. Los reyes, desde que
abren los ojos al despertarse, ya le están preparando el programa del día. Es
decir, los actos a los que tiene que asistir, a los personajes que tienen que
recibir, los papeles que tienen que firmar, las noticias que deben saber, las
cartas que deben escribir, etc. etc. Para que os deis una idea, pensad, por
ejemplo, el trabajito que os cuesta tener que ir todos los días al colegio y no
poder iros, por ejemplo a jugar o a hacer lo que queráis. Luego del colegio,
tareas, clases complementarias, inglés,
natación, etc. Así estáis siempre
deseando de tener vacaciones para disfrutar de tiempo libre. ¿A que sí? ¡Ea, pues los reyes pocas veces o pocas horas se
pueden sentir libres y mucho menos hacer lo que quieran. Y eso para empezar.
Por otra parte
no creáis que vivir en un palacio es lo mejor del mundo. Como todo tiene
ventajas e inconvenientes. Por ejemplo, están rodeados de servicio, de
guardias, de gente… ¿Qué os pasa cuando va una visita a vuestra casa, por
ejemplo? Estáis deseando que se vaya para poder estar y hacer lo que os venga en gana sin testigos.
Los reyes no
son jarrones adornando aquí y allá, ¡qué
va! Tienen que estar muy informados de cuanto pasa en el mundo y para ello
tienen que leer, escuchar, viajar, y
tomar buena nota de todo lo que pueda interesar de cara sus países… Además, los
reyes también sufren enfermedades, como
nuestro rey y a veces, tienen que disimular ante los demás y seguir con los
actos que tocan.
Pero, abuela,
me dirá seguro Javier: Hay gente que no lo quiere que dicen que es mejor una república.
¿qué es eso?
A ver, os lo
voy a explicar de la forma más sencilla que pueda porque sois niños y el tema
es complicadillo.
Monarquía, como la que tenemos
en España, es un régimen político en el cual el Jefe de Estado es un Rey o
Monarca que no ha sido elegido en forma democrática, sino que el traspaso de
autoridad se da en forma hereditaria, es decir, de padre a hijo sin que
intervenga la voluntad popular. Se hereda como se hereda, por ejemplo, una casa
de nuestros padres. Por consiguiente, no se vota.
En el caso de
la República, que también es un régimen político, el Jefe de Estado es un
Presidente que ha sido elegido en forma democrática también en votación secreta
y cuando el muere o dimite no lo heredan los hijos sino que hay que volver a
elegir
Entonces, abuela, es mejor la República porque elige la gente, ¿no? Realmente, y a la hora de la práctica, la verdad es que no lo sé, pero,
hoy por hoy, y en su día, los mayores votamos una Constitución en la que se
dice que España es una Monarquía. En realidad, y en España, tenemos monarquía, rey, que sí fue elegido, pues,
por votación y eso tiene que seguir
así a no ser que se cambie la
Constitución y se vuelva a votar, cosa que sí se puede hacer, pero de momento tenemos rey porque, como os he dicho, así
lo quisimos.
Y creo que
ya os he explicado lo suficiente y… ¿Tú qué votarías, abuela? No soy
amiga de futurismos, pero llegado el caso, como lo hago siempre, solo me
guiaría por mi conciencia. Y punto que lo mío no interesa, ¡curiosos! Nunca
votaría, eso sí lo sé, a un rey o a un presidente
de República que sospechara iba a cubrir su cabeza con “corona de hielo”.