Y esta foto la última, la de mi Ramón, el año pasado.
Queridos nietos y nietas: Al llegar el mes de mayo no puedo dejar de recordar mi Primera Comunión, la de vuestros padres y las vuestras. Ya habéis crecido pero hoy, con la primera carta que dediqué al primero de la fila, Gonzalo, quiero refrescaos y refrescarme la memoria con momentos felices. Es por eso que reproduzco la carta más lejana, la primera que escribí a un nieto en un día como este.
A mi nieto Gonzalo y a los seis que seguís. ¡Falta la de mi chiquitín que ya va para los cinco añitos!
Casi a la mano tengo aquel
día de tu nacimiento, cuando mis brazos fueron los primeros que te acunaron en
este mundo. ¡Que torbellino de sentimientos nuevos conmocionaban mi alma! Tu
llegada a mi vida era como si, retrocediendo en el tiempo, me hiciera madre de
nuevo por primera vez. Mis ojos fijos en tu realidad palpitante derramaron
lágrimas de emoción, al tiempo que un sin fin de interrogantes me crecían sin
respuesta en los adentros: ¿Te vería crecer sano y feliz? ¿Encontrarías en este
mundo ese lugar mágico donde la justicia, el trabajo, el amor... hacen posible que los hombres vivan en paz..?
¡Cuántas
cosas, pequeño mío, soñaba para ti, tan recién nacido que sólo eras la gran
novedad que todos contemplábamos como el milagro que se nos vino a las manos en
un día maravilloso de julio de hace ya ocho, casi nueve años!
Y el tiempo ha ido dejando
atrás aquel primer gol que te hizo
sentir, en tu gran ingenuidad,
protagonista y líder indiscutible, y dejó atrás tus primeras incursiones y
descubrimientos en precocidades que te desconcertaban: el grillo muerto, la
gente sin casa, los cajeros que no te daban dinero, el abuelo Mariano que no
caía del cielo con la lluvia... ¡Cuántos desayunos y juegos compartidos!
¡Cuántas noches llenando el gran hueco
vacío de mi cama! ¡Con cuánta avidez viviendo y sitiendo tus momentos!
Pero he aquí que se te avencina
un gran acontecimiento: tu Primera Comunión, algo que no obstante, parece ser
mucho más importante para los demás que para ti. Algo, sí, fue problemático para tus pocos años: la
confesión. ¿Qué tengo que decir, mamá..? - preguntabas con tanta ingenuidad que
daba pena escucharte. Y los mayores
empeñados en elevar a la categoría
de pecados pequeñas faltas de educación.
Mi querido niño: En este
día quiero dejarte un mensaje para cuando sepas entenderlo: sólo pecan los que
no tienen amor en sus corazón. Por eso, que este gran día, sea, ante todo, un
paso que inconscientemente, hoy, con responsabilidad, mañana, te haga caminar
siempre en el maravilloso Mandamiento del amor. También hoy me emociono: has crecido. Habéis crecido. Os quiero muchísimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario