El respeto no es sinónimo de lejanía
¿A qué la palabra respeto
os parece muy seria? Un alumno me decía
una vez, de las muchas que he jugado con ellos a poner color y adjetivo
a las palabras, que respeto era
de color rojo, ya que con ese color se colocan las señales de peligro y el
adjetivo era, ese, seria, porque era como hablar de los mayores. ¿A que el alumno aquel estuvo acertado? Creo
que sí, sobre todo en el color porque algún tipo de indicación tendríamos que llevar
presente las veinticuatro horas del día para recordarnos que el respeto nos lo
podemos saltar, incluso sin darnos cuenta porque vivimos en tiempos que ese
gran valor anda prácticamente perdido.
En algo, no obstante, estaba un poco despistado: El respeto no es solo cosa que
se deba a los mayores, sino que, como veremos, todos, hasta el más pequeño,
merece respeto.
Por eso hoy quiero hablaros de este valor, de esa
palabra roja que tendríamos que llevar escrita, os repito, en la palma de la mano.
Cuando hablamos de
respeto, lo primero que se nos viene a la cabeza, y a eso se refería el alumno,
son los padres y maestros. ¿A qué sí? Bueno, pues leed para que veáis con
cuantas frecuencia y normalidad faltamos todos, pequeños y mayores, al respeto.
Por supuesto, y empezando
por padres y maestros, ¡claro que hay que respetarlos! Pero, ¿cómo se respetan?
¿Callando y diciendo sí a todo aunque estén equivocados? No, no hace falta
aceptar todo para ser respetuoso. Hay que tratar de escuchar, primero y después,
si no estamos de acuerdo, habladlo, pero sin dar voces, insultar, etc. Por
ejemplo, un padre, sin que su hijo se dé cuenta, le coge el móvil y le lee los
mensajes. Ciertamente, el padre no ha respetado la privacidad de su hijo y eso
está mal. Pero, cuando el hijo se dé cuenta, en lugar de gritar, insultar,
amenazar, etc. lo que debe hacer es habladlo tranquilamente con su padre y hacedle ver que eso no está bien.
Todos nos equivocamos y
los padres y maestros no están libres de ello, pero siempre, siempre tenemos
que hacer prevalecer el respeto. No podemos salir, por ejemplo, de la clase,
exclamando por una nota que no creemos merecer, este tío es un pringao, un hijo
…., etc. Con esas expresiones y gestos nos faltamos al respeto a nosotros
mismos. Lo mejor es dejar pasar un tiempo para serenarnos y después, siempre,
tratad de razonarlo con él.
Pero también faltamos al
respeto, cuando delatamos al compañero
en alguna confidencia que nos ha hecho.
Cuando delante de los
demás, en casa o fuera de ella, no evitamos
ruidos corporales como eructar, estornudar, bostezar, toser, etc.
Cuando asistimos a actos
o lugares que merecen respeto. Por
ejemplo, el verano pasado, entré a una iglesia. Estaba allí sentada cuando
llegó un grupo de gente en bañador, hablando a voces y riendo a carcajadas. La
iglesia, tengamos fe o no, es un lugar de silencio, reflexión, etc. Luego, no
quiere decir que llevemos puesto un traje de etiqueta pero sí el respeto que
merece el lugar y la gente que allí hay.
Y lo mismo digo cuando
comemos en lugares públicos. En la playa, y lo sabéis, hay gente que entra a
los comedores de los restaurantes, en biquini, bañador o meibar. Personalmente
no lo soporto. Me parece una falta de respeto tremenda.
Faltamos al respeto, cuando registramos, por
ejemplo, cajones, lugares, etc. que no nos pertenecen o cuando usamos, sin
permiso, posesiones, por pequeñas que sean, de otro.
Y faltamos al respeto cuando no dejamos hablar al otro, cuando nos
saltamos algún orden establecido, cuando gritamos, insultamos, etc.
También hay que ser respetuoso con los
animales y con las plantas. Son seres vivos que debemos cuidar y si no nos
gustan al menos respetarlos.
¿Y los padres qué? -me decía un alumno-. Mi padre me quita los Dibujos para ver el fútbol Aquel alumno llevaba razón, pero de los mayores ya me ocupo en otro lugar. Aquí tan solo contáis vosotros.
En fin, mis niños, que ¡ojalá os sirvan de
algo mis consejitos! Deseo tanto que seáis personas responsables, solidarias y
conscientes de cómo debemos ser cada día
un poquito mejores, poniendo en juego lo mejor que tengamos para nuestro bien y
el de los demás.
Y vale por hoy que ya está bien.
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