Os regalo este dibujito. ¿Os gusta? Para que veáis que la abuela sigue aprendiendo.
Y ahora vamos a unos consejitos
porque, hay ocasiones que no me gustan algunas cosillas que hacéis o decís. Ya
sé que sois respetuosos con todos y, por lo general, se puede decir que sois
educados, pero no basta con las cuatro reglas de comportamiento básicas para
relacionarnos con los demás. Hay muchas cosas que mi padre nos enseñó y yo
quiero enseñaros a vosotros.
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Si alguien, con motivo o por equivocación, os
llama, por ejemplo, gamberros, no contestéis con otro insulto, porque eso puede
significar dos cosas: o que no tenéis mejores armas o que sois iguales al que
os insultó.
Borrad de vuestro vocabulario palabras que, hoy
por hoy, la gente, los jóvenes y hasta los niños, repiten como la cosa más
normal del mundo. Por ejemplo: ¡hostia!,
¡mierda!, ¡gilipollas!, etc. La palabra –dice un escritor y filósofo
francés- es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha. Y eso
significa que si llamamos, por ejemplo, tonto a un compañero, puede que lo sea
pero nosotros también. Recuerdo una vez que se me escapó decir, joder, algo
raro en mí, mi padre exclamó: ¡Hija, cómo
desmereces con esa palabra en tus labios!
Hay otra clase de palabras, que no son lo que
llamamos tacos, pero que no debéis dirigir a nadie. Por ejemplo: tonto, imbécil,
idiota, etc. ¿Os gusta si alguien os las dice a vosotros? Poneos siempre en
lugar de los demás.
Decid siempre la verdad, aunque tengáis que
asumir consecuencias, pero la mentira, como dice un dicho popular, tiene las
patas muy cortas. Y eso quiere decir que, más bien pronto que tarde, se
descubre y puede que como resultado, no
solo paséis vergüenza sino que os califiquen de mentirosos para siempre.
Si encontráis algo y sabéis de quién es, por
mucho que os guste, devolvedlo. Recuerdo que mi padre, vuestro bisabuelo, nos
contaba que, estando en el frente –en la guerra-, se encontró una cartera con
mil pesetas -unos seis Euros-, que en aquellos tiempos era mucho dinero y en
vez de quedarse con ella, que buena falta nos hacía, la devolvió al capitán que
extrañado por el gesto, lo calificó en un periódico de soldado ejemplar.
Nada de
llevaos cosas, por ejemplo, de los hoteles. Hay gente que se apropia
todo lo que puede. Y lo mismo en grandes almacenes, etc. Hay que respetar al
máximo las propiedades ajenas, aunque
sean pequeñas cosas.
Está bien que vistáis con ropa que os guste, pero
siempre que sepáis guardad normas que
por estética y también por respeto,
dicen mucho de las personas que se las salta como si todo estuviera
bien. Por ejemplo, ¿qué os parecería que se presentara a vuestra Primera
Comunión un amigo con un pantalón
meibar? Por lo menos pensaríais que le daba la misma importancia a
vuestra fiesta que al ir a la piscina o a la playa. Así, para ir al colegio, a
un cumpleaños, etc. hay que procurar ir vestidos de forma que con nuestra presencia demos muestras de
respeto y solemnidad al acto que sea.
Acostumbraos a pedir las cosas, siempre, por
favor y a dar las gracias, por ejemplo, al camarero que os sirve una coca cola.
Nadie tiene obligación de hacer lo que nosotros podemos. ¡Ah! Y no estaría mal
que si desayunáis, por ejemplo, sentado en una cafetería, al terminar,
llevarais la taza a la barra.
Y hasta aquí por hoy, pero
seguiremos porque es muy importante ser personas finas, educadas que saben
estar. Y hoy, y me da pena, hay poca gente así. Os quiero, feúchos.
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