Semana Santa de la tita Isa, hecha,
como sabéis enb plastilina.
¡Aprended!
Los tambores y trompetas no son novedad para mí,
ya que todo el año están ensayando en el jardín que, como conocéis, está cerca
de esta casa, pero, cuando llegan estas
fechas, parece que sus sonidos, mezcla de incienso, azahar, alhelíes… son un
reclamo que anuncia el desfile procesional de nuestras imágenes de Semana
Santa.
Ya sé que os gustan a todos, aunque ya no por la
misma razón a todos. Quiero decir que, si bien hay algo que os iguala como es
el tema de las vacaciones, también es cierto y lógico que no lo vivís lo mismo
los que tenéis cinco, siete, quince o veinte años. Mis chiquitines están loquitos por ir a ver
las procesiones con sus padres, comer fuera y, sobre todo, les gusta ver los
nazarenos con sus grandes velas y sus capirotes. A los mayorcillos lo que más os gusta es ir
con vuestra pandilla de amigos de un lado para otro, tener permiso para volver
a casa más tarde, estrenar ropa y bocata va y bocata viene.
Bueno, pues todo eso está muy requetebién y me
alegro con vosotros y por vosotros, pero, ¿ahí queda todo? ¡Pues, no! Y para
eso está aquí la abuela que os quiere recordar algo que tal vez sea lo más
importante y que a veces, muchas, parece ser lo último de todo, si acaso.
Hoy quiero deciros algo para que le dediquéis
aunque tan solo sea unos minutos. ¿Sabéis bien cuál es el verdadero sentido de
la Semana Santa? Pues, de igual forma que celebramos, por ejemplo, el día de nuestro nacimiento, es decir, el
cumple, porque fue un día muy importante, estos días celebramos, la pasión y
muerte de Jesús. Qué no era Dios –me
diréis alguno-. Bueno, pues nos quedamos con el hombre que fue. ¿Os parece
mejor así? Pero no me negaréis que fue un hombre muy particular, porque predicó una doctrina
de amor, perdón, justicia, pobreza, etc. etc. Y por ser tan valiente y condenar
públicamente a los corruptos, hipócritas, falsos, mentirosos, etc. lo condenaron
a ser azotado, coronado de espinas y morir crucificado, que era cómo morían
entonces los condenados a muerte. Y hasta en el último suspiro, perdonó a sus
enemigos.
¿Os parece que a lo largo de la historia, y hoy
día, hay muchos hombres que se expondrían a morir por defender esos valores?
No, mis queridos nietos, todos damos un paso atrás cuando sabemos que podemos
perder amigos, dinero, influencias, posición, etc. Por eso, cuando un Paso de Semana Santa se cruce en vuestro
camino, recordad a ese “hombre”, llamado Jesús, deteneos un instante siquiera,
miradlo y reflexionad si en algo nuestras vidas se parecen a la doctrina que él
predicó, porque, seamos o no creyentes, otra cosa sería el mundo si la hiciéramos realidad en nuestras vidas con
todas sus consecuencias.
También la Semana Santa es arte. Imágenes
que nacieron de manos de un artista,
llamado imaginero y que no todos podemos imitar, pero sí reconocer y valorar. Y
es arte por los movimientos que los costaleros, tras año de ensayos, logran y
que tanto gustan al público, y son arte las saetas de privilegiadas gargantas
que rompen el silencio con letrillas que llegan al alma, y son arte las bandas
de música, los nazarenos, los tambores y trompetas… Arte, folclore,
tradiciones, etc.
Vividlo todo, mis queridos nietos, pero, entre
bocata, chistes, bromas, risas…, la miradita de la que os he hablado a ese
Jesús con la cruz a cuestas, a ese Jesús crucificado, a esa su madre que, como
todas las madres, lo sigue, llora… ¿Pero, era Dios o no, abuela? La respuesta
no la tengo yo; os la daréis, antes o después, vosotros mismos.
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