Ayer, mi preciso Ramón me preguntaba: ¿Abuela,
tú vas a ir al cementerio a llevar flores al abuelo Mariano? Dice la seño que
mañana es el día de los muertos y hay que llevar flores al cementerio.
Tú sabes de sobra qué te
contesté, pero lo hago ahora aquí para todos vosotros y para posibles niños o
niñas que puedan leer este blog o se lo
lean los papá o los abuelos.
Ya sé que es costumbre
en este día lo que te dijo tu maestra, pero yo, respetando a todo el que lo
haga, no voy a ir y te explico por qué. Verás, a mí me gusta ir
al cementerio, cuando quiero o necesito pasar un rato de paz, de tranquilidad,
un tiempo, aunque sean unos minutos, de estar frente a la loza del abuelo en silencio,
ponerle flores y pedirle que nos ayude y
que me ayude.
Y eso que yo quiero, en
estos días, es imposible, porque hay gente a montones por todas partes, hombres
que te ofrecen desde escaleras hasta santos, escapularios, hombres que se
ofrecen a hacerte fotografías junto a las tumbas, etc. El cementerio, así es más un baratillo que otra cosa. Y a mí no me gusta
nada de eso. ¿Entiendes?
Por otro lado, todas
esas cosas que llevan y traen a los difuntos
es como una obligación o devoción más, pero que daría lo mismo poner esas flores a la fotografía, en nuestra
casa, del ser querido. Y la razón es muy
sencilla: allí no está, en nuestro caso, el abuelo, allí no están sus palabras,
sus pensamientos, sus sonrisas, allí no está su vida, su alma que, si somos
creyentes, pensaremos que está con Dios y si no lo somos, con más razón
pensaremos que no hay nada de nada.
Pero tú que eres muy
listorro, enseguida me volviste a preguntar: ¿Y tú, abuela qué crees? ¿Por
qué vas al cementerio si dices que allí no está el abuelo?
La primera pregunta es
larga de explicar y te la escribo otro día, pero lo de ir al cementerio cuando
me venga en gana y llevar flores es como una forma de mantener cuidado, limpio
y “adornado” el lugar donde reposan sus
restos. Otra cosa podría parecer abandono. Es lo que tú haces con tu bici
pequeñita, aunque ya no te sirva: la limpias de vez en cuando porque dices, y
llevas razón, que es tu primera bicicleta.
¿Enterado, mi precioso y
curioso e inteligente Ramoncillo?
No obstante, te repito, y no lo olvides, que debemos respeto a todo el
mundo, aunque piensen y actúan de forma diferente. Te quiero-
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