¡Bueno, bueno, cómo habéis cambiado en un año!
¿Os acordáis? Navidad de 2012
Mis
queridos nietos y nietas: Ya sé que vosotros andáis preocupados por vuestras
cosillas, pero aquí está la abuela para
que no paséis por alto fechas, eventos de cualquier clase que nos
inviten a reflexionar para ser un poco
mejores cada día.
¡Ea, pues resulta que ayer fue el Día
Internacional de la infancia! y, aunque casi todos vais que chutáis para
“viejecillos”, aquí me tenéis de nuevo tratando de felicitaros porque para mí seréis siempre niños. ¡Hasta yo me sigo
sintiendo niña!
Y para
ello, empiezo con una anécdota que guardo de un paseo con mi Isa, cuando tenía
siete años. Abuela, ¿qué haces tan
callada? –me preguntó-. ¿En qué piensas?
Es
verdad que yo iba callada y pensativa. Le contesté: Pienso en ti. ¿En mí?
–exclamó extrañada-. ¡Si estoy aquí contigo! ¿No me ves? Pensaba en ti por lo
mucho que te pareces a mí cuando tenía tus mismos años… ¡Ah! –exclamó-. ¿Es que
ya no la tienes? ¿Es que los has perdido? No –le contesté-, los años no se
pierden, si se viven. ¡Ah! –exclamó de
nuevo sin entender mi filosófica contestación.
Hasta
aquí las sabias preguntas de mi preciosa
Isa, pero este amanecer, y por lo mucho que he reflexionado sobre aquellas
preguntas y más que nada por mi complicada contestación para tan pocos años, os
escribo esta carta porque si bien habéis crecido, en vosotros seguirá, como os
deseo, viviendo un niño, una niña.
Veréis, los años se
pierden cuando se pasan sin que hayamos crecido, no solo en cuerpo, sino sobre
todo, en acciones buenas, en responsabilidades, en paz y conciencia de haber
hecho lo mejor que pudimos, si bien, en muchas ocasiones, hayamos equivocado
nuestro paso. Lo importante es retomarlo y enderezarlo. Los años, así, no se
pierden. Es como si en una cajita fuéramos guardando los juguetes que ya usamos y sustituimos por otros. Siempre estarán ahí
para recordarnos y ser testigos de que un día nos hicieron felices. Es por eso
y me consta, que no queréis desprenderos de ellos, pero a ese arsenal de
muñecas, coches, grúas, etc. tendréis que ir añadiendo pequeñas, sí, gotas de
colores que serán vuestras buenas acciones y que al reconocerlas con el paso de
los años os darán el mejor aplauso que podáis recibir en
vuestras vidas.
Así que, mis siempre niños
y cada vez más queridos nietos y nietas, os repito el poemilla, que no tiene
más valor que mucho, muchísimo amor.
Cuando os miro, me veo
y siento el
milagro
de haber vuelto
a nacer
en vuestros juegos, en vuestros sueños
en vuestros
pasos e inquietudes
en cada uno, sí,
me siento de
nuevo nacer y crecer.
Vais cumpliendo
años,
os vais transformando en hombre, en mujer,
pero una
estrella en vuestros ojos
sigue rutilando,
cada amanecer.
Que jamás se
apague
os desea esta
abuela,
que tanto os
quiere,
Abuela, Isabel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario