Mis preciosos chiquitines, os quiero mucho, mucho
Esta mañana, en mi rutinario paseo por el
jardín, como un halo que irrumpía sobrecogedor en el silencio de las horas, las
campanas de San Antonio comenzaron a doblar y,
he aquí que conocedora yo de tan singular lenguaje, busqué una vez más
respuesta al misterio de la muerte.
No obstante el evento mañanero, mi intención no
es parodiaros lúgubres lances, sino rememorando precisamente esa solemne
locución que en otro tiempo eran misivas incuestionables, hablaros algo del
maravilloso lenguaje de las campanas, porque la incomunicación y el silencio se
han entronizado de manera innegable en nuestras vidas, acallando esta musical
voz de otros tiempos, pero, mis queridos
niños, no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que las campanas nos
convocaban a compartir toda clase de acontecimientos: fiestas, duelos,
desastres, actos religiosos... Recuerdo cuantas veces el “talam, talam, tam..”
de un campanín nos sacaba de nuestras casas para acompañar al Santísimo por las
calles en urgencias de enfermos moribundos, y recuerdo los repiques gloriosos
del Domingo de Resurrección, del día de la Patrona, de los días de Primeras
Comuniones, bodas, bautizos...
Con el Ángelus, mañana y tarde, el sonido de las
campanas invitaban a la oración y
recogimiento. Era bonito contar con las campanas para casi todo: en las
estaciones de tren, en los internados, en los conventos, en las escuelas...
Mis queridos nietos: hay algo que a pesar del progreso, jamás morirá:
el recuerdo de las cosas vividas con amor.
¡Ojalá vuestros oídos estén prestos a escuchar
tantas voces como cada día se quieren
acallar en el cálido escenario de nuestro humano
vivir! Pero sobre todo que os tornéis eco de tantos sonidos como claman piedad, justicia, ternura, amor...
Ahora aquí, en esta reflexiva quietud, que es mi
casa, al alcance de mis manos, una
ingenua campanita dorada. La miro, la cojo, la agito... Me sirve para comprobar que su voz sigue viva
en mí, porque un día fue torrente, huracán, amor que se asentó para siempre en
mi alma.
También a vosotros os miro, os sueño, os amo y
vuestras risas y lágrimas son
maravillosas voces en el horizonte de mi
universo presente.
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