Mi querido nieto Gabriel: hoy celebramos el día de los Arcángeles y por
tanto tu onomástica: Arcángel Gabriel. Sabes que t llamo mi ángel, porque eres tan bueno y especial que me ayudas en todo, a pesar de tus
pocos años, y lo haces en silencio y sin que te lo pida.
Quiero desearte lo
mejor del mundo en este día y en todos, aunque eso no esté ni en mi mano ni en
la tuya, pero una cosa sí depende de
nosotros: el entender qué es lo mejor, porque hay quien espera grandes cosas
para tener lo mejor y ser feliz, pero
las pequeñas de cada día
pueden ser gotas de felicidad que
no podemos dejar sin recoger.
Hoy recuerdo especialmente aquel día que repasábamos un
álbum de fotografías. Ramón, tu hermano de cuatro años, no quería reconocerse
en sus fotos de bebé. Ese gordo no soy yo –decía triste-. Y tú, echándole un
brazo por encima, exclamaste: ¡que no,
que ese soy yo, tonto! Jamás he presenciado una escena de amor más puro y
auténtico. En fin, mi querido Gabriel,
hoy te la recuerdo, porque ya vas siendo mayor y quiero decirte algo del
amor, ya que es lo más importante que
debes aceptar como compromiso de vida con todos los seres humanos. Aquel día que asumiste la peor parte para
evitar un sufrimiento a tu hermano, estabas amando a Dios y al prójimo.
Sigue
siempre por ese camino. No te resultará
fácil, ya que se te exigirá, y te exigirás mucha tolerancia y empatía con un
mundo tan complejo como el nuestro, pero será la única forma de llenar tus
bolsillos de felicidad para ti y para tantos seres humanos infelices que se te
cruzarán en el camino.
Te quiero muchísimo y para siempre serás mi
precioso ángel.
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