Esta foto, que os parecerá rara, es la de mi familia. En ella, mis abuelos, padres, tios, hermanos y primos.
La renacuaja que tienen mis abuelos en brazos, soy yo.
Mis padres, los que tienen un lunarito blanco en el hombro.
¿A que es preciosa?
Este gran árbol creció y se multiplicó, por ahora,
hasta llegar a vosotros, mis queridos nietos/as.
.......................
¡Cómo
recuerdo aquellos años de vida en familia! Primero, como niña, con padres
maravillosos que, a pesar de las dificultades de los tiempos, me hicieron
sentir la alegría de vivir.
Después,
como madre, y también siempre con las dificultades que nunca faltan, fui
consciente, día a día, de cómo mis hijos
crecían, ayudándoles, posiblemente, hasta equivocándome, en que fueran
felices.
Después,
como abuela que vive y siente a sus nietos como la maravilla del mundo.
Esta,
mi casa, una sencilla casa, no está vacía, porque es la mejor testigo de cuánta
e intensa vida familiar se ha vivido en ella. Y es por eso que en sus paredes puedo leer la
palabra AMOR.
El
cálido rescoldo que debe posar para siempre en el alma de todos como antorcha
de luz perenne se enciende o se apaga para siempre en la familia, en el aula
maravillosa del hogar.
No,
no está pasada de moda la familia. Lo estamos nosotros cuando, o bien la
queremos sacar de la nada, cosa imposible, o bien nos empeñamos en resucitar y
reproducir esquemas ancestrales de familia, cosa imposible.
La
familia es un camino que hay que andar día a día, rectificando, aprendiendo,
colaborando… amando
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