Buenos
días: Hace unos días, me comentaba una amiga que su hijo adolescente no habla,
que se pasa el día encerrado y no quiere salir.
A lo
largo de mi vida he tenido que relacionarme con muchos adolescentes
silenciosos, indiferentes como si nada fuera con ellos, cosas que suele
exasperar a los padres
Hoy,
desde la piel de un adolescente, os hablo, porque creo que, a veces, creemos
que son “bichos” raros, pero en realidad son los grandes desconocidos
para padres y maestros.
MI NUEVA OBRA PARA MAESTROS, PADRES Y ABUELOS.
- EDICIONES ALGORFA
Mamá, ¿estás ahí? Sí, te oigo
“cacharrear” en la cocina, y oigo tus pasos de acá para allá en incesante
trasiego y oigo también el motor del coche de papá que llega, cansado
como tú, siempre buscando y queriendo lo mejor para mí y mis hermanos. No sé
qué deciros. ¿Puede ser que me haya nacido una voz sin palabras todavía? Ahora
he dejado de ser el niño juguetón, cariñoso y divertido. Me he convertido en miedo,
inseguridad, vergüenza, deseo... A veces, papá, quisiera ser aquel niño que se
enganchaba a tu cuello y te comía a besos, y quisiera, mamá, seguir siendo el
pequeño que se dormía en tus brazos entre mimos y caricias, pero...
¿Puede ser que me hayan nacido
caminos sin pasos todavía?
Un extraño sentimiento de vergüenza, un incomprensible pudor parece empeñado en distanciarme de vosotros. El papel de niño ya no me gusta. El papel de hijo silencioso y sumiso se me queda pequeño. Los consejos que me dais me parecen no estar hechos a mi medida. Quiero que alguien me escuche, cuando hablo, quiero que mis cosas sirvan para algo, quiero que alguien confíe en mí y deje de llamarme niño. Quiero asistir a clase para discutirla, aceptarla, rechazarla, cambiarla… Ya no quiero ir por la calle para admirarme de lo que pasa por ella, sino para gritar que nada me causa admiración.
¿Puede ser que me haya nacido una mente sin rumbo todavía para conocerme?
¿Puede ser que me haya nacido una persona rebelde, protestona, gritona, disconforme, incrédula sin norma, una persona desconocida que tenga que educar?
Quiero, no obstante, deciros que os necesito, que os quiero más que a nada y a nadie del mundo, y quiero daros las gracias por soportar las estridencias de mis músicas que necesito porque con ellas ahogo las mil interrogantes que brotan en mi alma en los instantes: ¿Quién soy...? ¿De dónde vengo...? ¿A dónde voy...? No me gusta que me llamen niño; tampoco que se rían de mi voz, de mi incipiente rasgos visibles de que voy camino de hombre pero no lo soy todavía. ¿Qué soy?
Un extraño sentimiento de vergüenza, un incomprensible pudor parece empeñado en distanciarme de vosotros. El papel de niño ya no me gusta. El papel de hijo silencioso y sumiso se me queda pequeño. Los consejos que me dais me parecen no estar hechos a mi medida. Quiero que alguien me escuche, cuando hablo, quiero que mis cosas sirvan para algo, quiero que alguien confíe en mí y deje de llamarme niño. Quiero asistir a clase para discutirla, aceptarla, rechazarla, cambiarla… Ya no quiero ir por la calle para admirarme de lo que pasa por ella, sino para gritar que nada me causa admiración.
¿Puede ser que me haya nacido una mente sin rumbo todavía para conocerme?
¿Puede ser que me haya nacido una persona rebelde, protestona, gritona, disconforme, incrédula sin norma, una persona desconocida que tenga que educar?
Quiero, no obstante, deciros que os necesito, que os quiero más que a nada y a nadie del mundo, y quiero daros las gracias por soportar las estridencias de mis músicas que necesito porque con ellas ahogo las mil interrogantes que brotan en mi alma en los instantes: ¿Quién soy...? ¿De dónde vengo...? ¿A dónde voy...? No me gusta que me llamen niño; tampoco que se rían de mi voz, de mi incipiente rasgos visibles de que voy camino de hombre pero no lo soy todavía. ¿Qué soy?
Quiero
daros las gracias por autorizarme la puerta cerrada, conscientes de mi
presencia real. Calláis, me comprendéis, me acompañáis... Y yo, sin
poderlo evitar, ausente, agresivo, mudo… ¿Estoy o lo parezco?
¡Ah...! una cosa quiero pediros y, por Dios, no la olvidéis: aunque os
parezca mi paso ligero y alegre mi canción, ¡no puedo con la mochila llena a
rebosar de tantas cosas…!
¡Cuánto pesa! ¡Una mano, por favor, mamá, papá! Tan solo eso: una mano para encauzar y soportar mis nuevos nacimientos nacimientos. Os quiero, os necesito; no me dejéis, pero vuestra caña de pescar no me sirve; enseñadme, con paciencia, por favor, a manejar la mía.
¡Cuánto pesa! ¡Una mano, por favor, mamá, papá! Tan solo eso: una mano para encauzar y soportar mis nuevos nacimientos nacimientos. Os quiero, os necesito; no me dejéis, pero vuestra caña de pescar no me sirve; enseñadme, con paciencia, por favor, a manejar la mía.